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La religión en el tiempo presente

El Foro sobre el Hecho Religioso, del que, por estas fechas, siempre doy cuenta aquí, ha sido este año especialmente importante por la altura y profundidad de las intervenciones, nuevas algunas dentro de él. Y también por su actualidad: el lector de este diario pudo ver el 29 de septiembre el artículo de Juan Arias El Vaticano no tiene "perestroika", y pocos días después, el 3 de octubre, el mismo Arias, en un reportaje sobre el sínodo del Vaticano acerca de la formación del clero católico, informaba de la "frustración y desilusión" que aquél ha producido entre los prelados con mentalidad actual.Pues bien, en contraste con la añoranza vaticana de una nueva contramodernidad o de una Iglesia de la restauración, nuestros temas del foro, bajo el título general de La religión persistente y coexistente, fueron el de la religión pasada por la Ilustración o, por el contrario, una religión independiente de ella, recreada y deliberadamente marginal o, en la expresión de Andrés Ortiz-Osés, "rornántica", y el tema del pluralismo inter-religioso o intrae-religioso o intraeclesial.

Junto a la tesis de la normal coexistencia, sostenida por Antonio Marzal, Ignacio Sotelo sostuvo la del desplazamiento de la religión por la modernidad y la ilustración, que afirmaron la secularización del poder (frente a su origen divino), y la secularización del saber (ciencia moderna y desencantamiento del mundo") y la secularización del deber (ética independiente de la religión). De este modo la anterior centralídad de la creencia religiosa se ha convertido en marginalidad. Mas la ilustración ha producido un doble efecto, marginación, sí, pero también depuración, concentración e interiorización de la fe; es decir, junto al saber, la ilustración y la secularidad, coexistiría la religión en nuestro tiempo como pura "experiencia personal".Mas ¿puede sostenerse la fundamentación de la fe en la sola experiencia personal? No. La religión responde a una earencla y una necesidad. Necesidad humana y carencia de la ciencia, constitutivamente limitada, que ni responde ni puede responder a las preguntas primeras y a las preguntas últimas. Podría decirse, podría haber dicho, pienso yo, Eugenio Trías, participante este año, por la primera vez, en el foro, que es esta conciencia del límite la que demanda un pensar de la religión como extra-limitación. Religión, pues,. que, "extra-limitándose", busca y da una respuesta a esas preguntas fundamentales, el origen del universo y el "hambre de inmortalidad" (Unamuno), por qué, en suma, hay Ser y no, más bien, Nada (Heidegger).

Esto es, sin duda, el origen de la religiosidad: una pregunta que la razón pura no puede responder. Y aquí el salto desde la pregunta de la pura religiosidad a la respuesta de la religión positiva, en tanto que "apalabrada" (vocablo éste de Ortiz-Osés, que hizo fortuna) a través del mito simbólico oÍ como en el cristianismo, con pretensión también de h*stor'cidad.

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¿Se trata de la mera "ilusión" de quien no es capaz de su "perfecta instalación en la fin¡tud" (Tierno Galván), de un recurso a Dios como "tapaagujeros de la ciencia"? En todo caso, no se trata de simples "agujeros sino de un verdadero "vacío", en el que se puede permánecer siendo religioso sin religión (Bonhóffer) y sin Dios (teología de la muerte de Dios), o bien salir de él mediante el salto a la religión.

En cualquier caso, la sola experiencia personal" no funda religión, puesto que ésta es fe compartida, "eclesial" en sentido etimológico, es decir, asamblearía. Ahora bien, y aquí empalmo con los testimonios traídos al principio, esta auténtica comunidad no puede resultar de una fe deficientemente ilustrada y autoritariamente impuesta. He aquí la razón de la necesidad de un pluralismo intraeclesial o, yo diría, de sectas, no, por supuesto, en la acepción protestante y separada, menos aún, si cabe, en la actual y, digámoslo así, posmoderna, de una "desprogramación" y "reprogramación" de una juventud que, perdida en elmundo, busca, como sea, una heteroidentificación, sino, en el sentido de unos movimientos religiosos dentro de la Iglesia, pero con libertad en ella, traducción a nuestro tiempo de la funcionalidad de las antiguas órdenes religiosas, ahora, con la ilustración, secularizadas y críticas, bien a la búsqueda del origen, del status nascens, bien moviéndose en exploratoria, "romántica" marginalidad.

Pluralismo intraeclesial, pues, sí, y también pluralismo intereclesial, o, mejor dicho, interreligioso, el tema de Raimon Panikkar, quien, asistente también por primera vez al foro, lo desarrolló con su habitual agudeza y don de persuasión: diálogo entre las religiones que, respondiendo a situaciones diacrónicas y no sincrónicas, son concepciones no de un mismo universo, sino de plurales, diferentes, diversos.

En fin, el coloquio de este año sobre las religiones y la religión se ha caracterizado por su voluntad de actualidad y por una densidad intelectual extrema, raras veces alcanzada en la ya larga y brillante historia del foro. ¿Con defectos? Sí, los procedentes de su misma voluritad de densidad. Antonio Blanch, cerca ya del final, los señaló: aplicación de una hermenéutica de rígida explicación antropocéntrica, o bien de compleja ímplicación verbal, psicoanalítica y de antropología cultural. Es verdad, pero entonces el tertium quid sería el silencio ante el misterio, con lo que no habría lugar al foro. Cabría, cupo un quartum quid.- el foro como coloquio, sí, pero enmarcado por la oración colectiva, es decir -me lo hacía notar Caffarena-, lo que fueron las Conversaciones Católicas de Gredos.

Mas aquellos fueron otros tiempos -todavía del franquismo-, en los que, como reacción al por entonces ya decadente nacionalcatolicismo, se buscaban el. retiro, la oración y el intimismo religioso. El foro, desde su inicio, se propuso ser otra cosa: lugar de encuentro y debate entre creyentes y no creyentes, y dentro de unos y de otros, de los más diversos modos de creencia y de increencia. Y eso es lo que, un año más, ha continuado siendo.

José Luis López Aranguren es catedrático de Ética.

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