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El retorno del huracán Ben

El canadiense Johnson puede volver a competir desde hoy

Santiago Segurola

La carrera del siglo se resolvió de forma estrepitosa el 24 de septiembre de 1988 en Seúl. Ben Johnson asombró al mundo con una marca impensable en los 100 metros: 9.79 segundos. Aquella noche, el laboratorio de los Juegos Olímpicos descubrió en su orina los perfiles del dianozol, un anabolizante prohibido. Johnson perdió sus medallas y sus plusmarcas. Su inhabilitación mereció un largo y costoso juicio. Hoy, dos años y un día después, Johnson ha recibido los permisos, pero no todas las bendiciones, para volver a las pistas.

La Federación Internacional de Atletismo sancionó a Johnson con dos años de suspensión, anuló sus mejores marcas y abrió una nueva etapa en la lucha contra las drogas en el deporte. Johnson era a la vez víctima y culpable de su relación con los anabolizantes. Durante el juicio que se celebró en Canadá, el velocista confirmó que había consumido sustancias prohibidas desde 1983. Entre ese año y el 20 de septiembre de 1988, mejoró en 40 centésimas su plusmarca personal (de 10.19 a 9.79 segundos). En el circuito atlético siempre se sospechó que Johnson debía gran parte de esta fantástica progresión al uso de drogas.Los anabolizantes procuraron a Johnson un físico espectacular y la posibilidad de entrenar más tiempo, más duro y con mayor frecuencia. Su consagración coincidió con un diluvio de contratos. Johnson fue requerido para anunciar coches japoneses, productos de limpieza estadounidenses, leche finlandesa y prendas deportivas italianas. Se hizo construir una mansión en Toronto y pilotó bólidos fulgurantes. Johnson era algo más que un atleta. Era una inversión, la punta de una pirámide económica integrada básicamente por su entrenador -Charlie Francis-, un médico de - orígenes oscuros -Jamie Asteplian- y su representante financiero -Larry Heidebrecht-

Para el mundo, Jolínson representaba la fascinación por lo imposible y en alguna medida también era el símbolo del triunfo social. Nacido en Jamaica, Johnson creció en una familia numerosa. Su madre emigré a Canadá para mantener a la familia. Con 15 años, Ben Johnson llegó a Toronto. El resto es la historia del atleta que descabalgó a Carl Lewis y abrió multitud de interrogantes sobre los límites humanos.

Sanción ejemplar

Los dirigentes deportivos vieron en el caso Johnson la posibilidad de imponer una sanción ejemplar. Allí estaba un atleta que había violado las reglas básicas del deporte. Los dirigentes del atletismo, que en 1987 habían tomado a Johnson como mascota de los nuevos tiempos del deporte, no dudaron en sancionarle, a pesar de que en los Mundiales de Roma ningún control detectó traza alguna de droga en su organismo. La sanción retroactiva no aguantaba una lectura jurídica, pero Johnson no estaba en con.diciones de luchar por sus marcas. En el juicio encargado por el gobierno canadiense, reconoció que su entrenador le alentaba al consumo de drogas y admitió que el doctor Astaplian le inyectaba anabolizantes. Astaplían requirió después un millón de pesetas por el impago de las drogas que había suministrado en la isla de Saint Kitt al atleta.Pese a la sanción, la figura de Jolínson no ha perdido atractivo. En Toronto continúa sus entrenamientos bajo la supervisión del controvertido entrenador estadounidense Loren Seagrave. "Ha llegado la hora del nuevo Ben Johnson, la hora de mi nueva carrera", declaró el domingo. Dicen los nuevos portavoces de Johnson que está en condiciones de repetir sus proezas. En los corrillos atléticos se debate sobre las cuestiones éticas que provoca el retorno. Johnson, receloso e introvertido como siempre, apenas habla. Dice que volverá el 11 de enero en Hamilton (Canadá) y también dice que se situará en sus antiguos límites. Las apuestas y la polémica están abiertas.

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