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70 años de 'novios de la muerte'

La Legión, entre el golfo Pérsico y la reconversión pendiente

La Legión cumple 70 años con la mirada puesta en el golfo Pérsico. Ir o no ir. Defensa, que ha silenciado el aniversario -ocurrido la semana pasada-, zanja el dilema con una negativa. Al menos, de momento. Los legionarios piensan que, de cambiar la decisión, serían los elegidos. Son 7.000 voluntarios en unas fuerzas de choque repartidas entre Ceuta, Melilla, Fuerteventura y Ronda (Málaga). Conservan la mística del noviazgo con la muerte y el sello de fiereza. La perestroika de los tercios ha sido tímida y no ha acabado con su leyenda negra.

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Ronda y la Legión

"Billetes al Golfo". Los legionarios del batallón de Operaciones Especiales del IV Tercio Alejandro Farnesio sonríen al leer el cartel del chiringuito. Este jueves 20 de septiembre es fiesta: la Legión cumple setenta años.Se acabó el desfile. En el acuartelamiento de Ronda (Málaga) hay copas gratis y algún canuto en público. Ya no hay que subir el pulgar por encima del gorro chapiri ni abombar el pecho adornado con cadena y medalla relucientes. Las camisas, eso sí, siguen abiertas casi hasta el ombligo. Son los novios de la muerte de 1990.

"Hay ambiente de Pérsico, que no de golfo", bromea el legionario Miguel Morcillo. "Nos pasamos el día pendientes de la tele. Que si nos mandan, que si no nos mandan, y nosotros, pues que si hay que ir, se va", añade este malagueño de 19 años y carpintero de oficio.

Ya lo dice el credo del cuerpo fundado en 1920 por el teniente coronel José Millán Astray: el legionario "obedecerá hasta la muerte". "El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde", añade. La perestroika retórica no ha llegado a los tercios.

Los postulados siguen inalterables: "A la voz de 'A mí la Legión', sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pide auxilio", reza el lema de unión y socorro. No diferencia entre escenarios bélicos o civiles.

Defensa no ha abordado la reconversión total de esta fuerza de choque que, para uno de sus más feroces críticos, el diputado de Izquierda Unida Antonio Romero, "es antidemocrática y no se ajusta a los valores constitucionales".

Siete mil hombres, todos ellos voluntarios, continúan recitando los doce espíritus del credo en los tercios Gran Capitán (Melilla), Duque de Alba (Ceuta), Juan de Austria (Fuerteventura) y Alejandro Farnesio (Ronda). Los mandos también obedecen y no hablan con periodistas. El ministerio de Defensa ha advertido en una circular que "diversos medios han solicitado repetidamente autorización para hacer reportajes sobre la Legión en Ronda. ... ) Ninguno está autorizado". Tampoco hay glasnost, transparencia informativa. El departamento de Narcís Serra, cansado de negar el envío de más fuerzas al golfo Pérsico tras la partida de tres buques, no desea nuevos frentes de polémica y alza un telón de silencio. Sin embargo, en caso de que finalmente España enviara tropas, los tercios serían firmes candidatos al viaje, tanto por su mayor adiestramiento como por el carácter voluntario de sus miembros. "Si hubiera que ir al Golfo, iríamos voluntaria y perfectamente preparados", manifestaba el general jefe del mando de la Legión, Gilberto Martina, el pasado día 11 durante los ejercicios Teseo 90. En privado, los oficiales aseguran estar listos para eventualidades.

El hermetismo ministerial alcanza también a los planes de futuro de este cuerpo aún tatuado por los tópicos de la fiereza y la patilla. La leyenda negra no se ha blanqueado, a pesar de que la Legión ya no es un refugio frente a la justicia. En el tercio, ahora todos saben quién es "aquel legionario tan audaz y temerario...". Tampoco se admiten extranjeros y se ha restringido la permanencia de quienes no asciendan.

Ser 'lejía'

"Ser lejía es algo que se lleva dentro. No somos pistolos [soldados normales]", explica con orgullo el cabo Mustafá Said Mohamed, un voluntario especial de 19 años. Cambió su trabajo en el incinerador de basuras de Melilla por una mili de 18 meses como voluntario especial y retribuida con algo más de 50.000 pesetas mensuales. Quienes firman por el periodo normal -un año- cobran algo menos de 20.000 pesetas.

Lo único que molesta a Mustafá, alias Tichi, es que, "aunque soy español, desconfían de mí por ser musulmán". Él, como Jacinto Gil -de oficio maître de hotel-, se apuntarían a la Legión "aunque la mili fuera voluntaria". Lo suyo es vocación y afán de aventura. "Cuando en tras, esto se te mete dentro", explican.

"Pegar, ya no se pega, pero sí que se dan guantás", añaden. "Lo peor es el principio. Luego, uno se puede acostumbrar a todo" afirma Alfredo Escribano, recién licenciado.

El desertor

"Cuando llevaba una semana en el campamento, vinieron los de la Legión. Nos llevaron al cine y vimos una película tipo Rambo. Nos dijeron que ya no se pegaba. Me apunté para dieciocho meses por las pelas. No podía imaginar lo que pasó después". Quien habla es un desertor. Oculta su nombre por miedo al futuro juicio.Todo iba bien hasta el pasado 20 de mayo. "Estaba tumbado después de haber hecho1a cama [recuerda este cabo]. El sargento me metió una bulla y discutimos. Me mandó ir al despacho. '¿Qué quieres, que te pegue o que te arreste?'. Le respondí que no tenía porqué. Luego, en presencia de testigos, me apuntó varias veces con la pistola a la cabeza. Salí del cuartel y le denuncié por intento de agresión en la comisaría de Ronda". Al regresar, a mediodía, le llevaron al calabozo. "Era un asco, estaba lleno de humedad".

Pasó allí cincuenta días. "Al salir, el teniente me dijo: 'Esperamos que no seas como un gusano en una manzana'. Veía que me iban a putear mucho los mandos y no estaba dispuesto a aguantarlo. Empecé a comerme el tarro y deserté".

Desde aquella fecha, 20 de julio de 1990, este agricultor de 19 años espera, en casa, un futuro de prisión militar. Seis meses y un día es la pena mínima para su delito. Luego habrá de cumplir los cinco meses de mili aún pendientes. "Sabía que si me iba no lo iba a pasar bien, pero cualquiercosa podía ser mejor que aquello, porque allí no se reconocen los derechos de la persona", afirma el desertor en espera de juicio.

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