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Una corta vida dedicado al montañismo

El alpinista es un hombre frágil, como cualquier otro, para quien la superación de una cascada de hielo es razón suficiente para renunciar a las comodidades por las que lucha el hombre cotidiano. Rafa no era un masoquista ni un suicida, sino todo lo contrario.Tenía 24 años y estudiaba quinto curso de Geológicas. Pero su gran pasión era la montaña. Una pasión que le había llevado a viajar a los Alpes, los Andes y ahora al Himalaya para intentar el techo del mundo. Pero su refugio secreto, el lugar donde gustaba permanecer dias y semanas, era el Circo de Gredos, en la sierra abulense. Era un gran escalador en hielo -la escalada en roca prácticamente no le interesaba-, posiblemente uno de los mejores especialistas de la nueva generación de escaladores castellanos.

La escalada en hielo es un deporte minoritario, en peligro de extinción, y Rafa se había comertido en el eje motivador de los escaladores habituales de la zona. Conocía el nombre, la situación, las condiciones de todas las cascadas, y se impulsaba a sí mismo y a los demás a repetirlas o a realizarlas por primera vez. Esta pasión por la escalada en hielo le permitía superar su mayor defecto: la pereza. Era tranquilo, relajado, pero nunca cuando se trataba de madrugar para ir a escalar.

Rafa no se limitaba a vivir plenamente su deporte. Quería transmitir a los demás sus vivencias y sus conocimientos. Era una de las personas que más sabían en España sobre montaña. Su primer artículo me lo trajo cuando tenía 16 años. Desde entonces se convirtió en un colaborador habitual de la revista. Es cierto que casi había que forzarle a escribir y que sólo lo hacía sobre los temas que le gustaban. Pero también era capaz de condensar y transmitir en pocas palabras lo que él había aprendido releyendo cientos de libros. Y además dibujaba increíblemente bien.

Esta es la imagen que me quedará siempre de Rafa: sentado tranquilamente en la redacción, inmune al paso del tiempo, releyendo libros y revistas de montaña, buscando, siempre esa pared de hielo vertical con la que soñar.

La expedición al Everest era para él su oportunidad de iniciarse en el gran juego del himalayismo. Tenía la experiencia suficiente acumulada en sus escaladas en Gredos, los Alpes y los Andes como para intentar con posibilidades de éxito el techo del mundo. Y sin lugar a dudas era uno de los elementos fuertes de esa expedición, en la que sólo un pequeño grupo contaba con la experiencia y la capacidad necesarias para un reto de estas características. Pero este es un problema que nada tiene que ver con su muerte. Rafa ha muerto víctima de un alud, muchas veces imposible de prever.

Darío Rodríguez es director de la revista de montaña Desnivel.

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