Grecia, un equipo; España, sólo una selección
Lo que no puede ser no puede ser y, además, es imposible. España, salvo milagro inesperado -tiene que ganar por más de nueve puntos a Estados Unidos-, jugará la fase de consolacíón en Salta. Grecia fue superior, utilizó mejor sus armas y contó con un ángel exterminador, Chistodulu, que martirizó durante todo el partido el aro español y finalizó su exhibición encestando cuatro triples consecutivos que hundieron definitivamente a la selección de Antonio Díaz Miguel.Hay que descubrirse ante este equipo griego. Por si a alguno le quedaba duda, los dos partidos que ha jugado las habrán disipado por completo. Grecia es potente con Galis y sin él. Es un auténtico conjunto, con todas las virtudes que definen y determinan dicho concepto: ánimo, personalidad, aprovechamiento máximo de los recursos individuales y colectivos, concentración y, sobre todo, una mentalidad ganadora. Sus jugadores salen a la pista sin complejos, conocen y explotan las debilidades de los rivales y cuentan con un auténtico líder en Yiannakis, cuerpo y alma de un equipo merecedor de la posición que ocupa.En la otra esquina, la selección española. Nada de equipo selección. Por mucho que lo crea Díaz Miguel y por más que lo íntente, no se ha conseguido en los últimos años que se funcione como la denominación que tanto le gusta utilizar. España cuenta con buenos jugadores, algunos excelentes. Pero sus fuerzas se difuminan en esfuerzos individuales. No cuentan con la moral suficiente para superar los momentos difíciles. Nadie asume el liderazgo Unos, porque no son líderes; otros, porque no quieren.
Los aspectos tácticos pasan a segundo plano cuando hay unos condicionantes decisivos e intrínsecos de los equipos y, como en este caso, se enfrentan los extremos. Era la lucha de la razón contra la voluntad, el saber estar contra la falta de raciocinios tácticos, la tranquilidad contra los nervios. En esta situación poco importa que Villacampa jugase uno de los mejores partidos con la selección, aunque desapareciese al final; que Jofresa demostrase que se debe confiar más en él, que Arcega dejase en blanco a Yiannakis durante los primeros ocho minutos -hasta que fue sustituido- o que Montero resucitase en los últimos instantes. Todo esto se perdió en el vacío, como chispazos que no lograban encender el fuego. No sirvió ni siquiera para que España se pusiese por delante en el marcador en algún momento Eran unas disminuidas individualidades frente a todo un equipo.Grecia mandó con Yiannakis, destinó a la guerrilla defensiva a Fasulas, Stergakos un auténtico tronco hiperutilizado, y a Kavuris, mostró calidad con Galakteros y tuvo en Christodulu un artillero sin piedad. Sus últimos minutos fueron de ensueño, encestando todo lo que le caía, como le caía y en donde le caía. Demasiado para una selección como la española, que confió su suerte ofensiva únicamente a Villacampa. La defensa, otra de las distinciones de un equipo, no funcionó en ningún instante jugándose el partido a 100 puntos, terreno en donde España lleva las de perder.
Salta espera y los problemas también. No sólo jugar por el noveno puesto es lacerante, sino que la actual e inestable situación puede estallar en cualquier momento. Son los inconvenientes de ser una selección, no un equipo.
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