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BALONCESTO / ARGENTINA 90

Ya no aspiramos a medalla

Luis Gómez

España ya no aspira a medalla. Todos tranquilos. Ahora está más claro que nunca, tanto que no hay razones para alarmarse. Un equipo que pierde elementos de tanta importancia como Fernando Martín, Antonio Martín, Epi y Biriukov, o que ha descartado la colaboración de bases dotados de experiencia internacional (Llorente o Solozábal), es un equipo muy mermado, que no representa fielmente su mejor nivel. Sin embargo, no es del todo acertado calibrar el trabajo de la selección en los últimos tiempos en función de la pertinaz ausencia de jugadores clave. La selección española tiene mucha tela que cortar.

Tanta tela tiene que cortar esta selección que tampoco pueden sus muchos pecados servir de lastre para terminar de hundir al seleccionador, Díaz Miguel, capaz de hundirse por sí mismo. Díaz Miguel ha hecho lo suficiente para desprestigiarse gracias a su obsesión por mantenerse en el cargo a cualquier precio, una preocupante falta de humildad y una contumaz ceguera para no adaptarse a la evolución que ha tenido el baloncesto en España. Pero los jugadores y la federación han puesto también de su parte. Es más, han utilizado la imagen de Díaz Miguel para salvaguardarse.

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Los jugadores internacionales, por ejemplo, utilizaron la selección, en su momento, como plataforma para crear un sindicato. Y ahora que tienen sindicato, contratos garantizados, convenio colectivo y vacaciones de 45 días, entre otras cosas, la selección ha quedado atrás. No interesa. No ponen nada de su parte, no han movido un dedo para solucionar sus evidentes problemas.

Por eso, antes de acudir al Mundial, los internacionales, a través de su sindicato, se garantizaron el cobro de los atrasos, que ascienden a unos 80 millones de pesetas, obligando a la federación a pagar un 12% de recargo anual en caso de nuevo impago. Y, luego de ello, negociaron las primas para Argentina que están en una nebulosa banda que va de los 5,5 millones por jugador hasta los 7, porque con Pedro Sust, presidente de una federación endeudada hasta la médula, nadie sabe a ciencia cierta el verdadero alcance de un acuerdo. En cualquier caso, se trata de la prima más suculenta del campeonato, como viene siendo habitual.

La responsabilidad de Díaz Miguel no impide que los jugadores impongan su carácter, su calidad o su ambición sobre la cancha y por encima de las deficiencias del técnico, como sí lo han hecho en sus clubes. De esas tres cualidades se ha visto muy poco en los últimos tiempos, incluso entre los más jóvenes. Los jugadores se han acomodado a un papel secundario, obtuvieron provecho de ello, y han sacado la foto de Díaz Miguel cada vez que el asunto se ponía feo. Así, las neuras del técnico sirvieron de excusa a todo el mundo.

En Argentina estamos ante un equipo nuevo, pero ni mucho menos deficiente, que juega el Mundial bajo el amparo de que el seleccionador es el origen de todo mal. No es un equipo tan malo corno para perder con Grecia, por ejemplo, o como para no ganar a Italia si se pone a tiro. Pase lo que pase, sean octavos, sextos o décimos, alguien preparará una excusa y alguien exigirá el pronto pago de una deuda. España ya no aspira a medalla, que es una modesta ubicación que parece favorecer a todos los implicados, porque estamos ante una selección perjudicada de origen, viciada en sus comportamientos. Lo mejor que se puede esperar de ella es que algún jugador despierte, saque a relucir talento o ambición. Lo peor, que siga todo como hasta ahora: el seleccionador con sus neuras, los directivos con sus deudas y los jugadores agazapados en tierra de nadie. Y todos juntos argumentando que, lógicamente y ante tales ausencias, ya no aspiramos a medalla.

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