Treinta y tantos

21.38 / TVE1Se despide la serie Treinta y tantos. Al final del último episodio, en el que Hope (Mel Harris), uno de los centros de gravedad del programa, retorna al periodismo y a las tensiones de la profesión, aparecerá de nuevo ese cartel que dice: "Los sucesos, personas y empresas descritos son ficticios. Cualquier similitud con personas vivas o muertas es puramente accidental". No es un truco. Ni resulta gratuito. Cientos de entre los seguidores de esta serie se habrán mirado en este espejo y reconocido en uno u otro de los siete personajes, en sus dilemas existencias.El interiorismo de Treinta y tantos es la cualidad que hace adictiva esta serie a sus seguidores e irritante a los demás.La serie es un folletín muy bien construido, muy bien interpretado, de excelente factura, para la clase media ilustrada. Un folletín hecho en familia, que es, y traduce, lo que Edward Zwick y Marshall Herskovitz, amigos y creadores del programa, hablan entre sí; lo que hablan sus mujeres, los guionistas y editoras del programa; lo que aportan los actores y sus propias vidas, reunidos con el equipo de guionistas para el acabado del guión. No hay ficción, dice el actor Peter Horton (Gary).