La televisión juega y gana
La aceptación de los programas concurso, el bajo coste de su producción y la publicidad indirecta que admiten favorecen conjuntamente la abundancia del género.El análisis tentador en torno a los concursos se centra más bien en calibrar la evolución de sus reclamos, en perfilar las claves comunes para el éxito de fórmulas dispares de persecución de premios materiales por gente corriente. El tradicional atractivo de los concursos clásicos giraba sobre una mezcla de admiración y, envidia hacia los recompensados por saber mucho de algo.
Después, Un, dos tres... añadió el espectáculo, el humor y la actuación, más o menos jocosa o ridiculizante, de los contendientes en pruebas variopintas. El precio justo abrió la era de la vulgarización plena de las pruebas. Y el supermercado se disparó con José Luis Moreno (Vip, en Tele 5) y sus voceos de entusiamo y publicidades al alimón.
Ahora, dentro del florido abanico de opciones, los concursos tienden a mantener los anteriores puntos de anclaje con la audiencia, al tiempo que añaden curiosos ingredientes.
Destaca la aparición de dos en especial: la morbosidad en torno a intimidades y la posibilidad de obtener recompensas por la fidelidad telerreceptiva. El primero de los fenómenos lo ha adoptado Su media naranja. La otra novedad, creciente, consiste en premiar a telespectadores que demuestran que siguen con atención los programas, (El primijuego, por ejemplo).
La evolución tiene miga. Se concursaba sobre saberes y se admiraba al que sabía. Se concursa sobre lo que somos y hacemos, y se observa a quienes lo muestran.
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