Energía, ¿dónde estamos hoy?
MARTÍN GALLEGO-MÁLAGAEl autor de este artículo afirma que el vigente Plan Energético Español, de 1983, "dados los profundos cambios estructurales que han tenido lugar a escala interna cional en estos años", "está conceptualmente obsoleto", y hace hincapié en las necesidades energéticas de cara al año 2000 en el interior de la Comunidad Europea.
El comienzo de una nueva década, tras dejar atrás los años de depresión económica desencadenada por la crisis energética, proporciona una perspectiva suficiente como para poder analizar cuál es la situación actual y evaluar las repercusiones del futuro previsible en la energía.En primer lugar puede afirmarse que terminó -y no es probable que vuelva- una crisis de escasez de recursos energéticos, a la vez que no es previsible que los precios internacionales de la energía patrón, el petróleo, que hoy están al mismo nivel en términos reales que el existente en 1974, se eleven significativamente en los próximos 20 años.
No obstante, la energía vuelve hoy a ser importante por dos razones: su repercusión sobre el desarrollo económico y su relación con el deterioro global del medio ambiente. Sin embargo, los objetivos energéticos oficiales de algunos países como España o la propia Comunidad Europea (CE), siguen siendo aún los establecidos en el contexto de crisis anterior, cuando hoy las circunstancias son muy diferentes.
Esto no quiere decir que el vigente Plan Energético Español (PEN) de 1983 no fuera acertado cuantitativa y cualitativamente. El problema es que, dados los profundos cambios estructurales que han tenido lugar a escala internacional en estos años, el PEN está conceptualmente obsoleto.
No se trata, pues, de que haya que actualizar y prolongar después de siete años unas previsiones de demanda que han tenido un razonable grado de cumplimiento. Lo importante de un plan son las nuevas ideas que se introducen y se respaldan en él. Así, en 1983 se frenó el crecimiento de las inversiones en centrales eléctricas (¿qué hubiera pasado con la situación financiera de las empresas si se hubieran completado los proyectos previstos?); se unificó la red de transporte eléctrica y se optimizó el funcionamiento de las centrales (¿qué fuerza habría tenido una posición negociadora disgregada en los recientes acuerdos de intercambios internacionales de electricidad?); se apostó por una política de gasificación, hoy afortunadamente desbordada, reduciendo las incertidumbres existentes; se posibilitó que pudiera haber una reestructuración empresarial del sector petrolero, con un período de gracia suficiente para hacerse competitivo frente a la inevitable -y por otra parte conveniente- apertura europea; se apoyaron por último -para no alargar más la relación de ejemplos- mecanismos institucionales de potenciación tecnológica y de mejora de eficacia y diversificación energética: transformación de la Junta de Energía Nuclear en CIEMAT, creación de IDAE con agilidad operativa de sociedad estatal, creación de las oficinas de coordinación de la investigación energética, etcétera.
Suministro eléctrico
Las circunstancias son ahora muy diferentes, ya que aunque no es previsible en el futuro una crisis de escasez de energía, ni siquiera de petróleo, sí se ha diagnosticado ya una dificultad creciente de suministro eléctrico, que es además el tipo de energía con mayor crecimiento. Esta falta de disponibilidad de electricidad en el futuro tiene lugar tanto en países desarrollados como en desarrollo, aunque las causas son diferentes. En los primeros existe una oposición creciente a la instalación de nuevas centrales -hidroeléctricas, nucleares o de carbón- por razones en todo caso coincidentes en el deterioro o riesgo medioambiental con el que se perciben este tipo de proyectos. En los países en desarrollo el problema básico radica fundamentalmente en la falta de recursos financieros para producir electricidad a partir de las energías primarias en ellos existentes o por adquirir.
Sin entrar en análisis más detallados, podríamos resumir este aspecto con la ráfaga de que el problema energético ha pasado del petróleo a la electricidad y de que en el futuro de ésta se vislumbra una mayor participación de centrales quemando gas, que tienen ventajas tanto por sus menores efectos contaminantes como por su menor tamaño y bajos costes de inversión inicial. Esta preferencia implica sin embargo un predominio del corto plazo en detrimento del largo, cuyos efectos conviene tener en cuenta. El binomio gas-electricidad se perfila así como el nuevo eje estratégico del sector energético futuro.
El segundo aspecto diferente del pasado para los países de la Comunidad Europea es la inadecuación misma del concepto Plan Energético Nacional para plantear el diseño del abastecimiento energético futuro. Con el actual enfoque económico predominante, tiene hoy menos sentido efectuar planes detallados y obligatorios de cómo las diferentes clases de energía deben abastecer una previsión oficial de demanda. Tampoco pueden mantenerse algunos planteamientos energéticos básicamente nacionales en países como España, cuyo sistema económico está integrándose cada vez más en la Comunidad Europea.
Conceptualmente, lo que parece que deberían establecerse son unas estrategias energéticas que sirvieran de marco para que las empresas puedan hacer sus planes operativos. En el diseño de estas estrategias debe tenerse en cuenta además que cada vez va a tener mayor influencia en ellas un contexto exterior, definido tanto por la normativa comunitaria como por el resto del ámbito internacional, en el que cada vez deberá tomar mayor protagonismo nuestro sistema industrial.
Con respecto al ámbito de la Comunidad Europea he tenido ocasión de participar recientemente en los análisis previos a la definición de la nueva política energética comunitaria. Se pretende con ella superar el desfase y posible contradicción existentes entre los objetivos vigentes en la Comunidad, definidos en 1986 con una óptica energética ya superada, y la decisión política posterior de caminar hacia un mercado interior de la energía que pretende exponer al sector energético, que hasta ahora ha actuado dentro de moldes monopolísticos, a una mayor competencia, de la que se supone saldrán beneficiados los consumidores.
Al analizar los distintos escenarios energéticos para la Europa del año 2010 se deduce que la política energética futura en ciertos aspectos va a seguir siendo igual, en la medida en que va a ser difícil prescindir de, o reducir significativamente la participación de alguna de las fuentes de energía disponibles en el futuro (petróleo, gas, carbón, nuclear) si no se quieren correr riesgos, cuantificados en el análisis, de reducción del crecimiento económico, agravamiento de tensiones de precios, regionales y sociales, o deterioro medioambiental. Pero al mismo tiempo aparecen dos factores destacados en la actuación energética futura. En primer lugar, a pesar de la prevista potenciación y apoyo al Mercado Interior de la Energía, no se puede dejar operar con completa libertad a las fuerzas del mercado sin acompañarlas de una política energética que contrarreste las limitaciones o deformaciones que el mercado puede producir sobre el medio ambiente, la seguridad de aprovisionamiento o la eficiencia en el uso de la energía.
Por otra parte, como segundo factor destacable, se prevé una modificación profunda en la estructura y organización de las empresas energéticas, especialmente las de los sectores de gas y electricidad, en las que tendería a desaparecer su carácter monopolista integral, al facilitarse la entrada de otros productores diferentes de las empresas tradicionales. Además se iría a un sistema de transacciones en el que la energía tendrá menor consideración de producto estratégico, que en muchas ocasiones ha propiciado ineficacias y abuso de posiciones dominantes, para pasar a ser un producto en cuyas compras y ventas puedan intervenir más libre y directamente diferentes agentes económicos.
Con respecto al planteamiento más internacional de la política energética de un país como España, conviene resaltar los efectos a largo plazo de una mayor integración de las redes de transporte de gas y electricidad, que nos enlazarán más con los restantes países de Europa, para poder recibir de ellos excedentes existentes de energías a precios competitivos y con unas inversiones de enlace y refuerzo de nuestras Infraestructuras que deberíamos conseguir fueran financiadas por la Comunidad, para compensar la incidencia negativa que la mayor competencia del Mercado Interior de la Energía puede ocasionar a países como los del sur de Europa, con sistemas empresariales más débiles.
Esos nuevos enlaces deben permitimos asimismo abordar políticas imaginativas, como la que nos está mostrando, por ejemplo, Italia, cuando prevé recibir suministros futuros de gas y electricidad de la URSS y de Argelia a través de nuevos enlaces basados en esquemas financiero-industriales, que la posibilitan a cambio exportar equipos italianos.
Otro horizonte
Además España no debe perder de vista que, frente al reto de la expansión de la CE hacia el Este, que supone una evidente oportunidad a corto plazo en la que debemos participar existe otro horizonte con más potencial a largo plazo hacia el Mediterráneo y Latinoamérica, en el que España sí está en posición comparativa ventajosa, tanto geográfica como culturalmente. Dentro de este ámbito existen ya identificados proyectos de conexión de redes de gas y electricidad a través del estrecho de Gibraltar, que deberían abordarse con una amplitud y perspectiva histórica como la que también podría tener una posible conexión para suministrar electricidad de Colombia a México, beneficiando al conjunto de países de Centroamérica.
La promoción por España de proyectos de este tipo permitiría volcar en ellos una capacidad tecnológica existente en las empresas energéticas españolas y contribuiría a superar el componente retórico de nuestra política de cooperación exterior, dándonos una mayor presencia real en algunas partes del mundo.
Actuaciones como éstas servirían además para evitar que la política energética deje de ser evaluada exclusivamente en toneladas equivalentes de petróleo (teps) y pierda su carácter Finalista, pasando a concebirse más en términos de los servicios que la energía proporciona: iluminación, transporte, climatización, fuerza motriz y restauración del medio ambiente, que permitan mejorar las condiciones de vida y trabajo del mayor número posible de personas.
es economista e ingeniero de minas.
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