Ramadán en Madrid
30.000 practicantes de las leyes del Corán se esfuerzan por no interrumpir su vida cotidiana
Setecientos millones de musulmanes ayunan durante todo el mes de abril, cumpliendo uno de los cincos fundamentos sagrados del islam: el Ramadán. En Madrid hay 30.000 practicantes de las leyes del Corán, que se esfuerzan por no interrumpir su vida cotidiana al estilo occidental, a pesar de que no probar bocado hasta que se ponga el sol, viviendo en una ciudad hostelera hasta en cuaresma, resulta difícil. En octubre de este año comenzará a negociarse un convenio religioso que quizá permita situaciones de favor a quienes practican el Ramadán.
Atocha, el Rastro y especialmente el barrio del Pilar cuentan con una importante concentración de musulmanes. En este último lugar hay tiendas en las que pueden encontrarse todos los alimentos que tradicionalmente rompen el ayuno al llegar la oscuridad. Son leyes sagradas que la lejanía geográfica no logra incumplir, pero que, segun cuentan los islámicos, sólo la fe y la voluntad mantienen.El Ramadán consiste en la prohibición absoluta de recibir en el cuerpo nada del exterior. Nada. Una palabra vacía que se llena de vetos hacia placeres básicos como el agua contra la sed, el tabaco contra la tensión o el sexo que amaina el instinto y ensalza el amor.
Mohamed Chakor es el portavoz de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas y director del programa televisivo Islam (Tiempo de creer). Desde sus 14 años, con el noveno mes del calendario luinar le llega un tiempo "no sólo de ayuno. Durante estos 30 días, un buen musulmán se dedica a la reflexión, a las buenas intenciones, se visitan las mezquitas ... Los pudientes aprenden a pasar hambre, cultivan la autodisciplina, y científicamente, se ha comprobado que además de proporcionar descanso al cuerpo se eliminan muchas toxinas. Los tres primeros días son más duros, pero, créame, el apetito te abandoría hasta el momento del crepúsculo, te halles en Tokio, en Berlín o en Nueva York".
Cuando, por compromisos derivados de su trabajo, Chakor ha de acudir a un restaurante, tan sólo pedirá una botella de agua que no llegará a rozar sus labios. Este año, el Rarnadán coincide con la Semana Santa, un período que cada día se cotiza más por las vacaciones que por la vigilia.
El aroma del café
Para Marieme Zerifi, relaciones públicas de la oficina de turismo marroquí en Madrid, lo más duro es resistirse al aroma del café cuando llega a trabajar cada mañana. "Tenemos mucha fe, sin duda. Pero hay que reconocer que es duro cumplir el ayuno en un país occidental, porque además", bromea, "hay dos horas de diferencia con Marruecos, y nuestro horario laboral aquí no cambia en Ramadán, luego dormimos menos. Sólo están exentos los lactantes, los niños, los enfermos, las mujeres embarazadas o en período de menstruación, que repondrán durante el resto del año. Mis dos hijos, de 26 y 29 años, puede que no hagan las cinco oraciones diarias, pero aun en época de exámenes cumplen con el Ramadán".
Al anochecer, los musulmanes madrileños, en su mayoría magrebíes (Marruecos, Túnez o Argelia), intentan reproducir el ambiente ramadanesco de su tierra natal. Algunos parecen escuchar los cañonazos que indican el momento de reunirse en torno a una mesa que, como el cuerpo, hay que llenar de forma gradual.
Imaginan que muy cerca las ciudades alumbran sus minaretes y los cafetines se despiertan en una inusitada actividad que no impide seguir recitando el Corán. Primero, un dátil; después, un vaso de agua o leche. Llega el momento de servir la harira, sopa con carne, garbanzos, lentejas, apio, mantequilla, arroz, chabakia, pasta dulce con sésamo y miel, la bastela u hojaldre con almendras, cordero y huevo agridulce. Hasta un delicioso afrodisiaco llamado salou, cocinado con harina tostada, sésamo, nueces indias, canela y goma arábiga.
Fiesta crepuscular
Los profanos creen que en este instante se esfuma la igualdad ante Dios lograda por el ayuno, aunque ellos insisten en que "el crepúsculo es una fiesta hasta en los hogares más humildes, y todo se comparte".
Después de cinco siglos, el pasado mes de julio, el islam fue oficialmente reconocido en nuestro país como una religión de notoriedad. En octubre de este año comenzará a negociarse un convenio religioso que quizá permita situaciones de favor a quienes practican el Ramadán. No conseguirán paralizar la voracidad indiscriminada de una ciudad como Madrid, ni la supresión de películas pornográficas o violentas que despistan la fe del musulmán, ni siquiera retrasar el fakr o amanecer.
Desde luego, no piden vacacíones, pero quizá consigan un leve cambio de horario para comer cuando otros duermen, realizar a las seis de la mañana su última ingestión y dejar que su despertador suene un poquito después que el de los demás.
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