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La Real y el Atlético malgastan su juego en la segunda parte

Real Sociedad y Atlético de Madrid desperdiciaron un fútbol prometedor en Atocha. La falta de remate deslució la primera mitad pletórica de ambos equipos, que en la reanudación malgastaron su tesón en un juego insulso, falto de tensión y sólo sostenido por la emoción del resultado. Donostiarras y colchoneros malgastaron inexplicablemente un derroche de esfuerzo y calidad. Los primeros, quizá cansados y atenazados por la responsabilidad europea; los segundos, por un exceso de conservadurismo y de apreturas en los últimos metros.Los primeros 45 minutos deshojaron un fútbol muscular e imaginativo al 50%. La mejor disposición rojiblanca sobre el césped propició de salida un control absoluto de la situación al equipo de Peiró. Marina buscaba con sabiduría la diagonal a la defensa realista, que pronto chirrió con algún estrépito en la cintura de sus tres centrales. Pero Aguilera inauguró pronto el desacierto rematador de ambos equipos al desaprovechar un agujero negro de Gajate. Baltazar, a su espalda, debió maldecir la caridad bíblica de su joven compañero.

Sin embargo, la apatía realista se rompió en una jugada monumental de Mentxaka, que destrozó la cintura de Donato con un autopase, profundizó para quebrar a un abúlico Juan Carlos y puso el balón en la cabeza de Billabona para que éste devolviera el favor anterior enviando su cabezado contra las vallas publicitarias. A partir de entonces, la Real fraguó su asalto amparado en el poderío físico de Larrañaga y la inteligencia de Mentxaka, desperezando un fútbol abierto y alegre, jugado a un ritmo trepidante que hizo recular a los colchoneros hacia los dominios de Abel. Una vaselina de Aldridge, tras amagar su disparo, levantó al público de sus asientos y a Abel del césped para acrecentar su escueta estatura. Sin embargo, un nuevo error de la defensa donostiarra propició otro regalo de Marina, cuya timidez en el disparo permitió al debutante Bergara detener el balón en dos tiempos.

El ritmo del partido ponía a prueba la entereza física y creativa de los jugadores, obligados a desarrollar su fútbol a velocidades trepidantes. Algo debió ocurrir en el vestuario porque la disponibilidad anímica de los protagonistas decayó después con estrépito. El Atlético de Madrid adelantó su defensa, retomó el pressing en el centro del campo y las escuálidas fuerzas donostiarras propiciaron un fútbol ramplón, atolondrado y falto del crédito necesario para obtener la victoria. Segundas partes esta vez tampoco fueron buenas. Ni siquiera regulares. El alirón del Real Madrid tendrá que esperar una semana más.

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