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UNA NUEVA EUROPA

Los mitterrandistas andan a la greña

La tendencia mayoritaria del socialismo francés se divide por la sucesión de su dirigente histórico

Lluís Bassets

La familia de los mitterrandistas anda dividida. La que hasta ahora se consideraba como la corriente mayoritaria del socialismo francés se ha disgregado en varios fragmentos en las semanas previas a la celebración del congreso del Partido Socialista (PS), a partir del jueves día 15 en Rennes. La muchedumbre de seguidores y partidarios de François Mitterrand ha empezado a romper filas en el momento preciso en que su mentor y patrón, el presidente de la República, alcanzaba el séptimo ciclo de las personalidades invulnerables, entrado ya, su segundo septenio como jefe del Estado, cerrados los gloriosos fastos del bicentenario de la Revolución Francesa y convertido en la personalidad más influyente y carismática de Europa occidental.

Las peleas entre mitterrandistas se explican precisamente por la acumulación extraordinaria de poder por parte de esta tendencia del Partido Socialista y, por la carrera desenfrenada a la sucesión de Mitterrand abierta justo el día después de su reelección como presidente de la República en mayo de 1988. Hasta los primeros pasos de preparación del actual congreso, el PS contaba, principalmente, con tres grandes tendencias: la mayoritaria o mitterrandista, formada por la llamada corriente A, de fieles a Mitterrand de toda la vida, y la corriente B, de partidarios del ex primer ministro y ahora secretario general del PS, Pierre Mauroy; la minoritaria de Socialismo y República, algo más a la izquierda y algo más nacionalista, del ministro de Defensa, Jean-Pierre Chévénement; y, la minoritaria pero potente -un tercio del partido, por regla general- del primer ministro, Michel Rocard.Los distintos congresos del PS han significado por lo regular variaciones sobre un mismo tema a partir de estas cuatro componentes, desde el congreso de Metz en 1979, en que Rocard y Mauroy se aliaron para intentar vencer a Mitterrand, hasta el congreso de Lille en 1987, en que Mauroy y los mitterrandistas aparecieron soldados ya en una sola corriente. Los dos núcleos de estas combinaciones han sido las personalidades de Mitterrand y de Rocard, enfrentadas eterna mente dentro del Partido Socia lista.

La preparación del congreso de Rermes, sin embargo, ha tras tocado el mapa relativamente estable de familias socialistas. Ante todo, porque las tendencias más antimitterrandistas se han ido incorporando, en los últimos años a la unánime idolatría hacia este dirigente que hace vencer a lo colores socialistas. El propio Rocard, desde que, en 1988, pactó su retirada de la carrera presidencial a cambio de la cartera de primer ministro, se ha convertido en el más exquisito seguidor de Mitterrand. Pero más en concreto, el mitterrandismo ha explosionado gracias a las rivalidades entre los jóvenes lobos que desean suceder a Mitterrand.

Nuevo mapa político

El nuevo mapa político socialista, dibujado tras la elección de delegados al congreso por parte de las federaciones departamentales del PS, permite situar la suma de la tendencias originadas por el mitterrandismo en casi el 70% de los mandatos congresuales. Las dos tendencias más genuinas, la de la pareja formada por Pierre Mauroy y Lionel Jospin (ex secretario general y, ahora ministro de Educación), y la de Laurent Fabius (ex primer ministro y ahora presidente de la Asamblea Nacional), suman el 60% de los votos, mitad y mitad. La tendencia de Rocard, en cambio, pierde fuerza en comparación con anteriores congresos, justo en el momento en que su dirigente está mejor situado para suceder a Mitterrand. Socialismo y República, de Jean-Pierre Chévénement, a su vez, se sitúa, con un ocho por ciento, a sólo tres puntos de la frontera de la desaparición como familia socialista. Y aparece una nueva tendencia, a la izquierda de todas las anteriores, muy minoritaria, pero con suficiente vigor congresual, encabezada por el ex segundo secretario del PS Jean Poperen.

En total son siete las tendencias contabilizadas para este congreso. Todas ellas han andado a navajazo limpio desde las primeras reuniones preparatorias, con el objetivo de conseguir el máximo de mandatos. Todo tipo de maniobras han sido descubiertas entre los compañeros socialistas: falsificación de carnés y de listas, impugnaciones chantajes, zancadillas a la hora de proporcionarse locales para reunirse o para celebrar mítines intoxicaciones e incluso tortazos y denuncias ante el juzgado. Esta ceremonia de la confusión v a la vez pésimo ejemplo político se produce gracias, entre otras cosas, a la miseria política que reina en los flancos del socialismo: en la izquierda, con un partido comunista en trance de muerte tras los acontecimientos del Este; en la derecha, con una división todavía mayor entre los barones del centrismo y del neogaullismo, derrotados por los socialistas y peleados entre sí.

El congreso es la primera vuelta del combate para la sucesión de Mitterrand, no sólo como presidente de la República, sino también como líder del socialismo. No es fácil suceder a Mitterrand, con un carisma nacional e internacional forjado en el límite de las posibilidades de su edad. Ni es fácil para los numerosos barones del socialismo superar la auténtica idolatría que rodea al presidente de la República y escapar al magnetismo y a los designios del dios del socialismo a la francesa. Del congreso saldrán los dos o tres personajes mejor colocados para la sucesión. Si Fabius consigue encaramarse en la secretaría general, será uno de los mejor situados. Deberá contar, sin embargo, con dos outsiders de este congreso: el protagonista como opositor de todos los anteriores, Michel Rocard, bien instalado en la lanzadera que es el despacho de primer ministro; y el presidente de la Comisión Europea, Jaeques Delors, de enorme prestigio internacional, pero con escasos resortes organizativos en sus manos.

Del congreso saldrá también la confirmación del mitterrandismo sin Mitterrand, es decir, la reafirmación de las difuminadas líneas de un socialismo centrista y europeísta, basado en el consenso y en la eficacia económica, ligero y soportable, civilizado y, profundamente francés. Pero, ante todo, quien quiera suceder a Mitterrand, desde el socialismo o desde la derecha, deberá intentar emular las habilidades del actual presidente, convertido, según los comentaristas más sutiles y mordaces, en un insuperable artista de la política, y el mejor de los artistas franceses en todo caso.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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