_
_
_
_
_

El Real Madrid no perdió los nervios en Málaga

El Real Madrid, gracias a su poder reboteador, ganó al entusiasta Mayoral Maristas. Cinco minutos inspirados del cuadro blanco al final del primer período fueron sufientes para que los jugadores del técnico norteamericano Georges Karl puedan concentrarse con tranquilidad con vistas a la final de la Recopa, que disputarán en Florencia el próximo día 13. El conjunto madridista, que ha aplazado su encuentro de la próxima jornada con el Estudiantes por ese motivo, ha cumplido en los tres primeros encuentros del Grupo A: ganó a los dos ascendidos, el Fórum Filatélico de Valladolid y el Mayoral, y plantó cara al todopoderoso Barcelona.A pesar de que Llorente, aguantando las molestias de una tendinitis que le impiden entrenarse, dirigió con especial acierto a su equipo, Karl manifestó al final del encuentro que Vicente Gil es el principal candidato de los blancos para ocupar la plaza que, se supone, le permitirá cubrir la ACB.

En Málaga, los aficionados vieron a un Madrid mermado, pero que tenía claras cuáles eran sus cartas a jugar. Desde el primer momento, se pudo comprobar que la suerte del encuentro no iba a estar supeditada a la irregularidad de los tiradores, sino a la seguridad de los hombres altos. Como prueba de ello, el hecho de que Antonio Martín resolviera casi todas sus posesiones en las proximidades del aro. Este juego, basado en las leyes del baloncesto -los altos tienen ventaja-, le vino perfectamente al Madrid.

En la segunda mitad, el Mayoral aumentó ostensiblemente su presión ofensiva. Los locales no dejaban respirar al mermado Llorente y comenzaron a recoger frutos importantes: 56-62 (minuto 29). Pero el conjunto blanco no permitió que la sorpresa se consumara y, aprovechando su superioridad en centrímetros y la velocidad del eficacísimo estadounidense Frederick, mantuvo el dominio en el marcador.

Los maristas acusaron el cansancio, pero su fe ciega en el triunfo les permitió sacar fuerzas de flaqueza y volver a ponerse a sólo tres canastas de su adversario cuando quedaban dos minutos y medio. Sin embargo, los madridistas no acusaron el nerviosismo propio de un partido en cancha ajena y una presión ambiental que también jugaba a favor de los locales. Los de Karl, con Llorente como pieza básica de ese juego ordenado que les dio la ventaja del primer tiempo mantuvieron la seriedad y la regularidad de sus hombres alto en las proximidades del aro, ante la desesperación de los locales, que ya tiraban a canasta desde cualquier sitio y, en consecuencia, con poco acierto.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_