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GENTE

Bob Dylan

La resurrección en París de un profeta olvidado

Desde hacía varios años era de buen tono decir que Bob Dylan era un profeta que había perdido su inspiración, una patética sombra de lo que fue. Esta semana el cantante norteamericano está renaciendo en París con una serie de conciertos en la sala Grand Rex, y para festejar esa resurrección, Jack Lang, el ministro francés de Cultura, le impuso en la noche del pasado martes la prestigiosa medalla de las Artes y las Letras.Dylan, ha escrito el diario Le Monde, "se ha desembarazado del sintetizador y vuelve a tocar, con una energía, un rigor y una elegancia extrema, un rock puro y sin concesiones". El público y la crítica franceses han sido unánimes en el comentario de que con su último álbum, Oh mercy -en el que ha sido importante la aportación de Daniel Lanois, productor de U2-, y sus actuales conciertos en el Grand Rex, Dylan ha vuelto a probar que es un gran cantante de música popular, uno de los mejores de nuestro tiempo.

Bob Dylan sigue siendo un personaje enigmático. Visionario, eremita, excéntrico, millonario, judío errante convertido al catolicismo, taciturno, tristón, insoportable, cualquiera de estos calificativos aplicados a su persona expresa parte de su verdad. Pero al cantante le importa un rábano lo que se escriba o diga de él. Dylan asegura que no ha leído ni uno solo de los 15 libros biográficos que le han sido consagrados en los últimos años. "No es importante saber", ha dicho en París, "lo que soy verdaderamente, lo que hago de mi vida privada. Y, de todas maneras, la vida privada no existe, porque Dios lo ve todo".

Dylan está a punto de cumplir 50 años de edad y 30 de carrera profesional. Con el álbum recién salido al mercado, Oh mercy, ha resucitado bruscamente al febril poeta adolescente de: las noches de Greenwich Village, el que fue líder espiritual de la generación rock de la década de los sesenta. En sus conciertos parisienses, Dylan acompañado tan sólo por un bajo, una guitarra y una batería, está interpretando los temas de Oh mercy y también algunas de sus viejas canciones, como Mr. Tambourine Man o Like a rolling stone, revestidas con nuevos y sencillos ropajes.

Un servicio de seguridad digno de un jefe de Estado vela por Dylan en su hotel parisiense. Ese equipo, que dispone de una lista de 550 personas susceptibles de atentar en cualquier parte del mundo contra el cantante, está encargado de evitar que se repita la triste historia de John Lennon. Dylan ha dicho que no quiere ser un dios ni tampoco un mártir, y que desconfía del culto a los héroes. "Un verdadero héroe", ha declarado, "es alguien que comprende el grado de responsabilidad que acompaña a su libertad, o alguien que no tiene miedo de saltar de un tren en marcha para salvar a su amada. Divertir a una muchedumbre con una guitarra es la cosa más heroica que yo soy capaz de hacer".

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