El Barcelona fracasó frente al Oviedo
Llevaban una semana soñando con una victoria del Valencia frente al Real Madrid, estuvieron toda la noche pendientes del transistor, de un gol de Penev, de un penalti de Buyo, y, de pronto, se dieron cuenta de que su equipo, el Barcelona, su Barça, era incapaz de ganar al Oviedo en el Camp Nou. Y entonces, cuando vieron el 0-0 en el marcador, decidieron que no valía la pena sufrir por su equipo y mandaron a paseo, pañuelo en mano, a Josep Lluís Núñez, a Johan Cruyff y a todos los que estaban sobre el campo, a 5.225 millones de pesetas, que es, en definitiva, lo que cuesta todo este montaje que sirve, de momento, para estar a cinco puntos del líder de cada temporada.El Barcelona de ayer fue un equipo miserable, negado, impotente, vulgar. No hay otro calificativo para las limitaciones azulgrana, las propias de un conjunto del montón, que basa todo su poder ofensivo en los córneres, en las faltas, en los rechaces. El Oviedo, encerrado en su campo, salvaguardando su marco, acreditó simplemente el porqué es el segundo menos goleado de esa Liga que a los barcelonistas se les escapa de las manos.
Quien ha parido ese equipo ha perdido incluso su confianzaen su propia suerte, en sus experimentos con gaseosa, en sus inventos. Cuentan que ayer se puso de un mal humor subido en la comida porque Milla, atadlo a la cama por esa gripe de la que no se escapa nadie, no quería jugar. Y El Profeta del Gol, el mismo que le está negando el pan y la sal a ese niño en su renovación, se sintió vendido. Le entró miedo en el cuerpo y no se atrevió a echar al campo ni a Quique ni a Guardiola, los dos juveniles que esta semana se había sacado de la manga para los rondos que dirige cada día en la Masía. Es más, incluso sustituyó a un delantero, el debutante Geli, que cubría las bajas de Laudrup y Beguiristáin, para dar entrada a un defensa, Serna.
Cruyff sabía que pueden faltar Laudrup, Beguiristáin, el que sea, pero que sin Milla aquel partido iba a acabar mal. Y acertó, porque el Barcelona cedió el primer empate en el Camp Nou -sólo había cedido una derrota, aquella famosa frente al Sevilla- La ausencia de Milla convirtió el encuentro en una lucha vulgar entre un equipo local y un visitante cualquiera, aliñado con las genialidades del maestro, que decidió alinear en punta a tres delanteros centro y dejó el pasillo izquierdo para las cabalgadas de Soler, mientras Aloisio calentaba banquillo, quizá porque Cruyff no quería dar carnaza a la afición, poco condescendiente con el brasileño.
En el césped del estadio azulgrana no hubo nadie con criterio para llevar las riendas del encuentro ni ningún jugador con capacidad para decidir el marcador. El Barcelona acabó recurriendo a la táctica de los desesperados, o sea, balones a la olla. Y el Oviedo resistió sin esfuerzo. No tuvo ningún problema ante un rival que se arrastró por el campo.
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