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El Joventut y el Estudiantes jugaron por el liderato

Luis Gómez

LUIS GÓMEZEstudiantes y Joventut se encontraron ayer en el infrecuente trance de dirimir entre sí el liderato de la Primera División. Hay quienes sostienen que aquel día en que ambos clubes nodriza peleen en una final por un título, el baloncesto español habrá alcanzado la deseada madurez. No ha llegado ese momento, desde luego, aunque ambos equipos jueguen a anticipar el futuro y el Joventut lleve un lustro ganándose el sueldo como alternativa.

Del ensayo de ayer -se jugaban un simbólico título de campeones de invierno- resultó un buen partido, vistoso, alegre en ocasiones, rápido, pero inmaduro. Fue un choque tierno, de guante blanco. No engañará al paladar de los aficionados más exquisitos: un Estudiantes-Joventut es un sucedáneo de un Madrid-Barcelona; a este tipo de encuentro parece faltarle algo trascendente: no hay agravios históricos de por medio, rencillas entre ciudades, odios futbolísticos o cuentas pendientes. Estudiantes y Joventut son productos tan genuinamente baloncestísticos, tan similares en su idiosincrasia, que, cuando se colocan uno enfrente del otro, apenas dibujan un contraste. Situados los bases Antúnez y Jofresa cara a cara -uno rubio, moreno el estudiantil-, podrían, sin embargo, cambiarse la camiseta sin que el buen orden del partido sufriera sobresalto. Si acaso es preciso destacar diferencias, es evidente que el Joventut, aun joven, atesora más expenencia.Y por eso el equipo de Badalona logró la victoria, por imperio de su mayor peso específico: tiene más estatura y lleva más tiempo en la oposición, circunstancia ésta que el Estudiantes aún desconoce; el Estudiantes no ha dejado de ser un equipo bisagra.El partido resultó igualado hasta su tramo final, cuando el Estudiantes perdió de vista a su rival en el marcador. Las jugadas se sucedían con limpieza, los técnicos alternaban alguna zona de vez en cuando, las personales se repartían respetuosamente entre uno y otro conjunto y el joven alero Herreros ponía a prueba su elegancia y ese paso de bailarín que Dios le ha dado. Poco antes del descanso, sin embargo, el partido apuntó que podía quebrarse si continuaba el derroche fisico de Villacampa, capaz de hacer varias cosas a la vez, y las súbitas apariciones de Margall, convertido en abuelo ante tanto impúber.

Efectivamente, la acción de estos dos jugadores afectó al marcador. Cuando el Estudiantes atisbé posibilidades de llevar la pelea apretada (53-54), Villacampa abrió brecha con dos triples consecutivos (5360). Cuando, poco después, el Estudiantes hizo un segundo intento, Margall abortó la rebelión con absoluta frialdad. Ante tanto estilista, tanto adolescente, tanta precipitación y derroche juvenil, las sentencias de Margall congelaban el ánimo. Sin aparente entusiasmo, sin dilación, cual maestro sin escrúpulos a la hora de repartir ceros en conducta, Margall lanzaba a canasta sin más, ahí va el balón; toda la belleza, la rítmica, la elasticidad de sus colegas pequeños quedaba empañada ante la fría, directa y exacta entrada a canasta de aquellos balones que lanzaba Margall cuando se ponía serio.

Estudiantes y Joventut jugaron ayer por el liderato. Pero sabían que jugaban de mentira.

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