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El curioso caso del colegiado alérgico al ruido

Casi al mismo tiempo que grupos de árbitros se encerraban en los colegios regionales y se oían ensordecedores ruidos de fondo en sus pasillos, un colegiado catalán, Alfaya Cáceres, intentaba el domingo pasado ganarse un sitio en el Guinness al decidir suspender en el minuto 60 el partido Reus-lgualada por el ruido del público. En las gradas había unas 500 personas.Apenas transcurridos cuatro minutos del citado encuentro de la Tercera División, el colegiado Alfaya Cáceres interrumpió el juego, se dirigió al delegado y le indicó que hiciera callar al Manolo del bombo de la ciudad tarraconense. Su petición no prosperó. Siguieron molestándole tanto los decibelios dimanantes de los graderíos detrás de la portería visitante que, al inicio del segundo tiempo, requirió la intervención de un policía, el cual no encontró en el Código Penal ninguna prohibición de tocar bombos en un campo de fútbol.Ante la imposibilidad de imponer su ley del silencio, Alfaya Cáceres sí logró enmudecer al público cuando en el minuto 60 levantó los brazos, dio tres pitidos muy audibles y señaló la suspensión del partido en medio de la sorpresa general.

Las fuerzas persuasivas de delegados, policías y jugadores se repartieron entre el colegiado y un trío de jóvenes muy aficionados a la batería. El público, reacio a la hora de acatar la orden de pagar y callar, se dedicó a golpear las vallas publicitarias y, tras siete minutos de negociaciones, Alfaya Cáceres consintió en la reanudación del partido entre un grupo que cuadruplicaba los decibelios anteriores.

A viva vozEl encuentro, que hasta aquel momento se había disputado en un ambiente exquisito, acabó salpicado con dos penaltis, un jugador local expulsado, un amago de invasión del campo, la barra brava esperando en la puerta de los vestuarios y dos equipos que repartieron cuatro goles y sus intentos de contener la hilaridad.

"Pónganse ustedes en el caso", dijo Alfaya Cáceres después del partido, "de que tengan detrás un hombre tocandoel bombo continuamente mientras está obligado a dirigir un partido de fútbol". Y añadió: "Yo no sé cómo miran el reglamento las personas. Si miramos el espíritu de este deporte, ha de contemplarse este tipo de acciones que entorpecen el trabajo de los árbitros".

No es la primera vez que el Reus desafina con el delicado oído de Alfaya Cáceres. Hace un año, el colegiado redondeó un tumultuoso partido en Banyoles anotando en el acta una amonestación al delegado del club tarraconense por "protestar a viva voz" sus decisiones. Lo curioso es que el señor Sanz, delegado del Reus, posee una garganta muy especial que le proporciona una voz tan tenue que es apenas audible a una distancia de medio metro.

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