Delitos
No se alegren demasiado del fin de la era de las ideologías: pudiera sucederle la del delito. Imaginen un escenario político, próximo o lejano en el espacio, en el que compitiesen, no sé si bajo otros nombres, las siguientes fuerzas: ACPNP (Acción Contrabandista de Productos No Pecaminosos), PRT (Partido de la Recalificación de Terrenos) y PCOA (Partido de la Coca y Otras Aspiraciones). Del lado pobretón estaría la UNP (Unión Navajera Popular), su escisión moderada la AT (Acción Tirón), y la UDVF (Unión Defensora de la Violencia Familiar), sospechosa de ser un montaje de la ACPNP. Los izquierdistas oscilarían entre hacer entrismo en la UNP y la AT o limitarse a la acción sindical dentro del SSTS (Sindicato Submarino del Trabajo Sumergido). La verdad es que, si nunca estuvo tan clara la necesidad de un Estado de derecho, tampoco lo ha estado tanto que es el delito más frecuente, o más intensamente anhelado, lo que define el status y la acción política. Muerto Marx, deberíamos quizá definir las clases sociales como un lugar determinado en los sumarios de la administración de justicia. Volviendo al imaginario escenario político que hemos fantaseado, el centro del sistema estaría en la UDMF (Unión de Defraudadores Modestos del Fisco).Lo que resulta complicado es negar la existencia de clases. Es dificilísimo que un chaval de Vallecas o un ama de casa de Nazaret lleguen a cometer los delitos de Noriega o Ceaucescu. Y altamente improbable que el hijo de un minero asturiano, perdón por la ordinariez, llegue a sentarse en el banquillo de un tribunal norteamericano acusado de ser un hacker intoxicador de ordenadores sagrados. En este panorama delictivo todo parece decidido previamente, excepto que, como en Granada, dos atracadores escapen con éxito gracias a utilizar bicicletas en zona urbana donde crece el atasco con sus flores. Verdes aún, los verdes somos el futuro.
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