La clase triunfo sobre el músculo
SANTIAGO SEGUROLA, La clase triunfó sobre el músculo y la obstinación en un partido que estableció con nitidez el carácter de los dos equipos. El juego hipnótico del Madrid se impuso gracias al extraordinario talento de sus jugadores. A la cátedra madridista se opuso la tenacidad y el combate del Atlético de Madrid, fiel hasta el final a su estilo. Esta fidelidad pudo rendirle algún beneficio en la segunda parte, cuando el gol de Bustingorri apretó el corazón de los locales, pero finalmente regresó el fútbol de altura para sellar la superioridad del Madrid, que deja la Liga lista para la firma.
El Madrid pareció cerrar muy pronto cualquier posibilidad a la especulación. El rastro del partido quedó marcado de salida. En una excepcional demostración de calidad, el Madrid logró dos goles y mostró su incomparable arsenal de juego. La supremacía de los jugadores del Madrid tuvo incluso el amparo del destino. Momentos antes de que Martín Vazquez encendiera la traca, Manolo encontró una fisura en la defensa local y escapó hacia la cueva de Buyo. La carrera estaba cargada de trascendencia, y Manolo lo acusó. El extremo se último frente al portero y remató raso, al palo contrario, pero Buyo se hizo goma y tomó la pelota como un gato.
De inmediato apareció Martín Vázquez, que está dispuesto a alcanzar la gracia futbolística en cada partido, mientras observa de reojo la sutil negociación que mantiene con Ramón Mendoza. Su despliegue fue espectacular y poderoso. Dos minutos después de la presentación de credenciales de Manolo, Schuster atisbó a Butragueño, que se escurría entre la línea defensiva del Atlético. El alemán probó suerte y trató de colar un pase profundo que fue cortado a duras penas por Ferreira. El central, sin embargo, se alivió mal del balón y lo entregó a Martín Vázquez. Lo que siguió fue un pelotazo seco y raso, con la derecha, que levantó un clamor en Chamartín.Tiró entonces de repertorio el Madrid, conducido por Martín Vázquez, entregado éste a cualquier heroicidad que se le ocurriera en la cancha. Y en pleno festival, Michel sacó su compás prodigioso y abrid, suave para Chendo, que entró por el callejón como un huracán. Su centro salió hacia la cabeza de Hugo, que marcó los tiempos en un remate de cabeza que probó la blandura de manos de Elduyen. La pelota quedó muerta, para el más decidido, y éste no podía ser otro que Martín Vázquez, que estiró la puntera entre los defensas rojiblancos.
Se abrieron apuestas en la graderío. Los más triunfalistas entre los locales pronosticaban para el Atlético la misma goleada que han soportado los demás. A la vista del juego madridista, podía esperarse un nuevo sacrificio en Chamartín. El fútbol luminoso de los locales se advertía en cada jugada de ataque. Una de Martín Vázquez, con la pelota cosida desde el medio campo y después recreo al borde del área y envío a Hugo, causó una connmoción en la grada.
En el dihivío, el Atlético tuvo que guarecerse sin más argumentos que la tenacidad y un patético instinto de supervivencia. Fue esa capacidad obstinada para morir de pie la que pudo conducir al partido a un desenlace inesperado. Al gol de Bustingorri siguió un período de desconcierto local que se manifestó en el ataque de desconfianza que sufrió Toshack al cambiar a Butragueño por Solana, pese a la categórica demostración de clase que había ofrecido el rubio durante el partido.
Sin embargo, el Atlético cayó en la confusión, representada fielmente por Futre, un jugador que vive en permanente estado de atropello. La recuperación del Madrid comenzó a vislumbrarse mediada la segunda mitad. Volvió la solemnidad de Michel y toda la magia del equipo, confirmada en el fantástico gol de Schuster, uno de esos goles que los jugadores se toman como un homenaje a sí mismos, mientras los rivales, ésta vez el Atletico, observan las profundidades de la fosa.
Divertirse y ganar
S. S., En la era de la estrategia y el hermetismo, un grupo de Jugadores tocados por la gracia del fútbol es capaz de derrumbar la oposición de todos los equipos españoles. La grandeza individual de los jugadores del Real Madrid debería aleccionar a todos aquellos que preconizan desde los púlpitos la ley de la mecánica y el corsé.
Los jugadores del Madrid presentan un oferta excepcional, por rara, en nuestro fútbol. Mientras el resto de los equipos desechan los rasgos más queridos del juego -la imaginación, el toque, la búsqueda de la gloria y los goles-, el Madrid vive años memorables de la mano de unos fútbolistas que representan el triunfo de la pasión por el juego. En estos tiempos de racanería, el fútbol español tiene una deuda casi ecológica con un equipo que necesita divertirse para ganar los partidos. Los fantasmas que atenazan al equipo -la fijación europeano rebajan el tamaño de la obra construida por una generación que ha ganado cuatro Ligas consecutivas, siempre bajo el patronazgo de la imaginación y el buen juego.
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