Valdés y Vidal
El Valvi, después de las tres primeras jornadas de Liga, se ha convertido en el equipo revelación de la máxima división. Era un club radicado en Gerona y descendido a Primera B hace un año, pero que salvó su permanencia al precio de 100 millones de pesetas, dinero que pagó por hacerse con los derechos del Cacaolat, club que desapareció al fundirse con el Grupo IFA. Su nombre también es curioso, Valvi, que responde a los apellidos de sus dos propietarios, Lorenzo Valés y Joaquín Vidal, dueños de una cadena de supermercados en plena expansión. De Valés y Vidal nació Valvi.Alfred Julbe, ex técnico del Joventut, llegó al Valvi Girona el verano pasado, "comprometido con el atractivo proyecto de meter al equipo en la élite del baloncesto". Para ello cambió prácticamente a todo el equipo. Con él se llevó a Jordi Pardo y Juan Rosa, dos jugadores hasta entonces condenados a mendigar minutos de juego en el Joventut. Se llevó también a los restos de la fusión entre el Grupo IFA y el Cacaolat Granollers: Albert Illa y José María Navarro, fichó al gallego José Manuel Calvelo, procedente del Lagisa, y se marchó a EE UU para buscar dos buenos americanos: Wallace Bryant, pese a que su paso por el Cajabilbao perjudicó notablemente su imagen, y Marvin Alexander, jugador recién salido de la Universidad de Charleston.
Supermercados
Todo empezó en 1985. Esteve Fernández, entonces miembro de la gestora que regía al modesto Sant Josep de Gerona, halló una buena coartada para llamar a la puerta del despacho de Vidal. Se cumplía el décimo aniversario del nacimiento de Valvi, una red de supermercados en clara expansión, radicada en las provincias de Gerona y Barcelona. La habilidad de Fernández fue tal que convenció a Vidal, un aficionado al fútbol y simpatizante del Barcelona, para que patrocinara al equipo de baloncesto gerundense. Pero Vidal era la persona idónea, según Fernández, actual gerente del club. Personas allegadas a Vidal lo califican como una especie de Ciudadano Kane de Gerona. Tiene 41 años y es alcalde, por Convergéncia i Unió, de Sant Gregori, población en la que nació y que está a seis kilómetros de la capital.
Con la entrada de Valvi empezó a cambiar la estructura de un club totalmente aficionado que se había formado en torno a la parroquia de Sant Josep. "Los partidos", recuerda Fernández, "se jugaban los domingos, después de la misa de 12, en el pabellón que está al lado de la iglesia. Sobrevivíamos a base de rifar un pastel y una botella de cava después de cada partido. Todos los jugadores se pagaban sus zapatillas y casi siempre jugaban con pantalones de distinto color". A partir de entonces, el éxito ha sido fulgurante.
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