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Mariconera

La moda del bolso que llaman mariconera periclita, y le crea al hombre un problema. Le está bien empleado por convertir en moda lo que es de absoluta necesidad. Durante el medievo, dinero y adminículos los llevaba en escarcela escondida bajo la bragueta, donde hacía bulto, y el tamaño era exponente de su hacienda. El bulto -del que tanto se ufanan hoy algunos- tenía entonces importancia social, por diversos motivos. Doña Violante no echaba cuentas del efectivo, sino del calibre, cuando valoraba en 1.000 maravedíes el bulto de su palafrenero.La escarcela cayó en desuso al inventarse el bolsillo, que tenía menos capacidad, y el hombre hubo de compensarla habilitando las orejas, para acaballar lapiceros, mondadientes y cigarros puros. La mujer, en cambio, habilita los senos, con varia fortuna. Una atribulada señora denunció que en el autobús un desconocido le había sustraído de la pechuga el monedero. Interrogó el comisario: "¿Usted no se daba cuenta de que le metía la mano por el escote?". "Claro que sí", respondíó, "pero creí que iba con buena intención".

El hombre contemporáneo ha descubierto que la máxima seguridad contenedora está en el ano, si bien son escasas sus posibilidades de futuro, pues, aparte de que no parece de buen tono bajarse los pantalones en público y meter la manaza atrás para sacar del sieso el importe del cafelito, difícilmente caben allí el DNI, el carné de conducir, las tarjetas de crédito, la del aparcamiento, la de fichar en la ofi, el bofi, la agenda, el tabaco, el mechero, las aspirinas, el talonario de cheques, el desconectador de batería, un preservativo por si acaso, guita, la foto dedicada del jefe de personal, pañuelo, un kilo de monedas de 1, 2, 5, 10, 25, 50 y 500 pesetas, las llaves... Caben, sin embargo, en la mariconera, mas el hombre la deja periclitar y pronto será antigualla. Estulto bímano este que acapara artilugios y luego ni sabe dónde meterlos.

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