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NECROLÓGICAS

Memoria de Hubert Beuve-Méry

Durante mi etapa de embajador en París tuve ocasión de conocer y tratar muy de cerca a Hubert Beuve-Méry, el gran periodista que acaba de fallecer. Beuve-Méry pertenecía al cuadro de los redactores de Le Temps, el diario que se suponía en la anteguerra reflejo puntual del pensamiento del Quai d'Orsay. Al ocurrir el acontecimiento de Múnich en que Daladier y Chamberlain se inclinaron ante el chantaje de Hitler con la complicidad de Mussolini, Le Temps aplaudió "el gesto de apaciguamiento" del primer ministro radical francés y Beuve-Méry presentó su dimisión al periódico por entender que esa decisión era contraria al interés de Francia y de la causa democrática y llevaría directamente a la guerra generalizada.De Gaulle conoció y aplaudió esa actitud del periodista y le autorizó, en 1944, a editar un periódico nuevo que sustituyera al fenecido Le Temps y representara una opinión independiente con riqueza informativa interior e internacional. Así nació Le Monde. En usos mismos 20 años, la trayectoria del periódico adquirió una cota de difusión y de prestigio impresionantes. Su director era humanamente muy distinto de su colega de Le Figaro. Era un intelectual reconcentrado y profundo. Espíritu penetrante y crítico. Liberal y tolerante. Enemigo del totalitarismo. Conocedor al detalle del contexto internacional. Hizo -o trató de hacer-,un modelo de objetividad de su periódico, juntamente con un rigor

informativo llevado a la minuciosidad. Tenía una riqueza de repertorio de noticias inigualado. Se convirtió en un instrumento de referencia necesario en el trabajo intelectual de muchos. Su fama traspasó pronto las fronteras europeas y alcanzó Estados Unidos, el norte de África y Japón. Se alzó en pocos años al ranking de uno de los diez periódicos más influyentes del mundo. Y su tirada alcanzaba, en esos años, los 400.000 ejemplares.

Beuve-Méry nunca fue incondicional del general De Gaulle, al que debía su rampa de lanzamiento. Admiraba su talla de estadista y su coraje militar y cívico, su visión anticolonialista. Pero le reprochaba su autoritarismo, su arrogancia solitaria, su soberbia intelectual, su sentido monárquico del poder. También creyó que De Gaulle concebía la Europa de las patrias como una fórmula confederal bajo hegemonía francesa, lo que él juzgaba irrealizable. Le Monde mantenía una distancia crítica, constructiva y honesta, vis-á-vis de la quinta República y de su fundador. En las ocasiones importantes y en los momentos críticos, Beuve-Méry escribía unos artículos incisivos, de gran calidad literaria y de intención definida que parecían destinados a un solo y egregio lector. Los firmaba con el seudónimo de Sirius, astronómico antifaz de todos conocido que daba aún más picante a la inteligente acometida. Decían que De Gaulle los leía y analizaba hasta el último detalle y los comentaba luego con algún colaborador íntimo.

Era persona reservada y discreta en la vida social. Tenía una rotunda hostilidad hacia el régimen español por razones históricas y doctrinales, pero comprendía la necesidad de mejorar hasta donde fuera posible el cauce bilateral de los contactos hispano-franceses. Le Monde tenía entre sus cuadros de colaboradores a un hombre de relevante pluma que empezaba a despuntar como gran experto en comentarios internacionales, André Fontaine, y un extraordinario analista de las instituciones políticas francesas, Maurice Duverger. Eran dos estrellas fulgurantes de la claridad francesa que levantaban el periódico del nivel transitorio de lo cotidiano al anaquel de las formulaciones permanentes.

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