A reina muerta, reina puesta
Se habló mucho de amor en el último capítulo de esta entrega de Falcon Crest: este inquietante elemento entraba para saldar cuentas y borrar en parte el pasado. Los grandes malos se reconvirtieron: por recuerdos de infancia, por la muerte de otros, por la contemplación del mal puro...El mal puro llegó a esta entrega cuando el frenesí de los guionistas llevó la cuestión nada menos que a una lucha por destruir los Estados Unidos; pero parece ahora que esta terrible organización subversiva, la de los Trece, ha desaparecido. Por una venganza de ultratumba: la de Richard Channing, (interpretado por David Selby), a quien hemos visto matar y enterrar, pero cuya sombra viva aparece en los últimos segundos, junto a la de la reina depuesta, Angela Channing ¡una nueva alianza!
Todo queda ahora en el aire otra vez para volver a empezar. El largo folletín ha consumido ya en los años de su duración a cuatro equipos de guionistas y a cinco directores -productores, en el lenguaje profesional americano-; unos han dejado a otros la herencia del desorden y el caos, y los siguientes lo han ido aumentando.
Un folletín tiene sus límites, aunque parezca que no, y en Falcon Crest se habían sobrepasado estos límites. Se habían acumulado personajes y elevado las cuestiones personales, y los eternos temas del sexo, el odio, la muerte y, cómo no, la genética, a la política internacional, que es mucho más dura y, por lo tanto, desborda la capacidad de recepción del espectador en cuanto a posibilidad de identificación de los personajes (lo importante es que alguien reconozca en Angela Channing a su tía Carlota, y la mire de reojo durante la emisión).
Limpieza
Este último equipo de guionistas ha hecho una labor de limpieza, a partir del exorcismo de la palabra amor, y del sacrificio humano, y de gentes que deciden de pronto ponerse del lado de la moral, aunque para ello tengan que distorsionar esta palabra.
Ha cambiado de Reina, y no podía ser de otra forma: la actriz Jane Wyman no parece estar en condiciones de salud y de edad como para seguir la serie con todo su vigor, de forma que la vida real se impone al guión. Seguiremos viéndola, pero poco y de cuando en cuando.
Su sucesora es Melissa: la hemos visto, en la soledad amarga de los poderosos, quedarse en la casa de Falcon Crest, mientras los peores enemigos de Angela Channing descubrían en ésta infinitos valores de bondad y de derechos humanos: a tanto obliga una actriz cuando se despide, o medio despide.
Puede ahora volver el dominio del verdadero folletín de dimensiones humanas. El jaque a la nueva reina; la sombra de Richard Channing, redivivo, que después de haber luchado contra su madre va ahora a luchar contra la sucesora de su madre (y antigua amante), en esta última reconciliación.
Borrón y cuenta nueva
Después del borrón y cuenta nueva de este capítulo, debemos volver a la normalidad: al simple odio, a los problemas genéticos, a la conquista de la sagrada viña: es decir, a los elementos simples que puso en circulación la tragedia griega, y que ahora se habían ido de las manos de sus últimos guionistas.
Se espera con impaciencia su vuelta. Los otros folletines que destilan las cadenas de televisión hasta ahora usuales para el público español no llegan a alcanzar las cumbres de Falcon Crest. Y la vida, en sí, tiene poco que ofrecer para sustituir la ficción del horror y la piedad.
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