Euforia en Italia tras el triunfo del Milán
JUAN ARIAS, Mil kilómetros de felicidad, La alegría infinita, El Milán y una noche y también La imaginación al poder fueron algunos de los títulos de los diarios italianos de ayer, que calificaron a Milán de "capital europea de fútbol" tras su triunfo por 4-0 en la final de la Copa de Europa jugada en Barcelona, ante el Steaua. Y en un país donde la política está siempre presente, ayer el diario Corriere della Sera afirmaba que ahora Silvio Berlusconi, el presidente del Milán, se convierte en un personaje "intocable", a quien nadie, ni los jueces, como en el pasado, se atreverá ya a oscurecer sus tres canales de televisión, porque los millones de tifosi que ha enardecido y "hecho tocar el cielo con una mano" son también "gente que va a votar...".
Los italianos, que sufren el complejo de inferioridad de vivir en un país maravilloso pero donde las cosas públicas no funcionan, subrayaban también ayer el 'milagro de eficiencia" de la RAI, que salvó la retransmisión del partido con tal perfección que no sólo no se notó el pasaje de la televisión española a los equipos de emergencia trasladados a Barcelona con un avión militar, sino que las imágenes que llegaron a partir de la huelga fueron mejores, como también lo fue la voz del locutor. Y no faltaron ni las repeticiones. El locutor desde Barcelona, incrédulo, preguntaba continuamente si las imágenes llegaban bien.Y si el campo del Barcelona parecía San Siro, como comentaba la televisión, al revés, la gran plaza de la preciosa catedral gótica de Milán, donde había sido colocada una pantalla gigante, apiñada de tifosi, parecía el Camp Nou. La plaza de la catedral milanesa, donde el entusiasmo era tan grande que el locutor de la televisión acabó engullido por la masa con micrófono y todo, teniendo que interrumpir la transmisión, fue enseguida apellidada "el campo de los tifosi pobres", los que no tuvieron dinero para desplazarse a asistir al milagro.
"Ya nadie lo duda, somos los mejores del mundo", escribía ayer Corriere dello Sport, quien añadía: "A un año de los mundiales damos ya lecciones en Europa". Otros diarios insistían en que ha nacido un nuevo Real que se llama Milán. Y explotaban de felicidad y de merecido orgullo por haber sido capaces de vivir su "éxodo bíblico" sin accidentes, sin violencias y con tantas ganas de gozar juntos.
" ¡Qué dulce es la noche en las Ramblas, qué bello sentirse italianos! Quisiéramos que la noche no acabara. El sueño se ha hecho realidad. ¡Somos campeones de Europa.!", escribió ayer Domenico Morace en Corriere dello Sport. Y añaía: "El Milán, tras 20 años, ha vuelto a ser grande. Y con él toda Italia".
Todo el país
Y de hecho ha sido toda Italia quien ha vivido el acontecimiento como si se tratara de la selección. En Roma, donde debía decidirse la crisis del Gobierno de la capital, se creyó oportuno hacer la reunión sólo por la mañana. Y cuando el tercer gol retumbó como una bomba en todos los televisores encendidos del país, en las calles, en ciudades y pueblos, sin esperar, la gente empezó a echarse a la calle para festejar un triunfo que nadie se limitaba a considerar sólo milanés, porque el triunfo seguía al del Nápoles y a la casi victoria del Sampdoria. "Es el fútbol italiano que asombra al mundo", escribía ayer R Mattino de Nápoles.
El diario La Repubblica comentó que el Milán ha conseguido lo que nadie habría osado: "Hacer parecer enanos, débiles, a equipos famosos y gigantes como el Real y el Steaua".
Por su parte Il Messaggero afirmaba rotundo: "Ahora somos de nuevo maestros de fútbol". Y afiadía que aunque pueda parecer que los éxitos a los equipos italianos triunfadores los han dado los "extranjeros" (Maradona y Careca en el Nápoles, y Gullit y Van Basten en el Milán) en realidad ésa no es toda la verdad, porque por ejemplo en Barcelona "los goles los marcaron los holandeses, pero los que arrastraron de verdad al Milán fueron Ancelotti, Maldini y Donadoni".
Y ahora Milán espera la nueva fiesta del scudetto ganado por el Inter para seguir la fiesta. Aunque el Milán ya dijo ayer: "Barcelona vale mil scudettí'.
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