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Tribuna:
Tribuna
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La cortina

La escritura está en peligro. Desde hace algún tiempo, a los escritores les ha dado por asomarse a la televisión, atizarnos conferencias, cursos de Santander, mesas redondas y presentaciones de cosas. Y, desde el momento en que dejan ver su cara, se acabó el misterio: como su imagen no corresponda con la que de él se había forjado el lector -lo que es harto probable-, perderá toda credibilidad. Yo lo descubrí hace bastantes años: el día en que, en una cita clandestina, conocí al autor de los panfletos que repartíamos en la facultad. ¡Qué desilusión! Esperaba ver a un joven Trotski, con barba afilada, mirada de lince, tos de tuberculoso, aire de exiliado extranjero. ¡Y no llevaba ni gafas!El escritor no debe salir nunca de detrás de la cortina. Que cada cual se lo imagine como quiera. Los columnistas se acabaron para mí el día en que a algún listo se le ocurrió poner sus fotografias recuadradas junto al nombre. Todos tienen cara de vendedores de corbatas. La primera vez que me eché a la ca ra un editorialista sentí vacilar mi fe: llevaba una de esas camisas con el cuello blanco y el resto a rayitas. Por lo demás, ¿cómo tomarse en serio a un poeta regordete y sin barba? ¿Qué atención puede merecer una escritora de relatos eróticos con orejas de soplillo? Pues siguen empeñándose en poner su foto en la contraportada, e incluso en ir a firmar ejemplares en unos grandes almacenes. A la vista de todos. Pero lo peor es cuando hablan.

El escritor, dice Sabato, escribe porque tiene dificultades insuperables para la comunicación verbal. Es eso lo que da autoridad a su pluma. Además, un escritor verdadero puede necesitar tres cuartos de hora o una entera tarde lluviosa para encontrar el adjetivo adecuado. Y ahora van y se ponen a largar ante el magnetofón de cualquier Tribulete lo primero que les viene a la boca. Cuando no se prestan a que los entrevisten por la radio. Eso sí que me parece... (no encuentro el adjetivo, y tengo que entregar esto in-me-dia-ta-men-te. La escritura agoniza: tiene los siglos contados).

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