El día después
UNA NUEVA escolástica recorre desde hace tiempo las filas de la izquierda española: la de si es antes el huevo o la gallina. O en términos económicos, si primero hay que crecer y luego distribuir, como si ambos verbos no se pudieran poner en práctica simultáneamente. únicamente en una situación en la que no hubiera nada que repartir -que no es, obviamente, el caso español-, tal alternativa tendría sentido. Esta discusión, abandonada afortunadamente en otros países europeos, trasciende por la obsesión de algunos economistas tecnocráticos que ejercen el poder de priorizarlo todo.El Primero de Mayo celebrado ayer ha abundado en esta retórica, tanto en los discursos de los dirigentes sindicales como en el comunicado publicitario hecho público por el PSOE. El Primero de Mayo de hace seis años, UGT y CC OO convocaron movilizaciones separadas; el líder de CC OO Marcelino Camacho dijo prácticamente lo mismo de la política económica del Gobierno que ayer su sucesor, Antonio Gutiérrez, como si la situación, objetivamente, no hubiera cambiado. Pero mientras éste ha comprendido que la unidad de acción de ambas ' centrales pasaba por ceder protagonismo a Nicolás Redondo, Camacho arremetió entonces contra la dirección de UGT, acusándola de "progubernamental". El relevo en la dirección de CC OO ha sido fundamental para hacer realidad su viejo proyecto de unidad sindical.
Las reivindicaciones que dieron cuerpo al 14-D, con el acento puesto en los sectores más desprotegidos de la sociedad, desmintieron la acusación de clientelismo y corporativismo lanzada desde sectores tecnocráticos para deslegitimar, como un elemento anacrónico e insolidario, a los sindicatos. A su vez, como recordó ayer el líder de CC OO, las reivindicaciones no satisfechas del 14-D han servido para reafirmar, a un año de las elecciones sindicales, la estrategia unitaria de ambas centrales, vieja aspiración del sindicato comunista. Pero si esa estrategia ha devuelto al sindicalismo un protagonismo que hace un par de años parecía a punto de extinguirse, no es evidente que de él se deduzca una superior capacidad para determinar en un sentido progresista la política económica del Gobierno, es decir, la profundidad del reparto de la tarta (renta y riqueza). Si bien el 14-D c'ontribuyó decisivamente a minar la credibilidad del Gobierno, el ulterior fracaso de la concertación social ha conducido a los sindicatos a un peligroso callejón, para el que no han encontrado alternativa. Es significativo que ayer ninguno de los dirigentes sindicales plantease la vía a seguir en el futuro para lograr sus objetivos de un mayor giro sociaL Pasada la euforia coyuntural es el momento del debate.
Este debate -la proftindidad de la redistribución y hasta qué grado es precisa para la misma una acumulación originaria de capital- sólo se rozó en la reciente reunión del Comité Confederal de UGT en que se decidió no recomendar el voto para el PSOE en las elecciones europeas.
El argumento principal de UGT para no llamar a votar al PSOE es que el Gobierno no ha atendido las reivindicaciones del 14-D. Es evidente que entre un partido socialista en el poder y un sindicato genéricamente identificado con los principios del reformismo socialdemócrata existen grandes espacios de interés compartido que demandarían relaciones de colaboración en muchos terrenos. Lo absurdo es que, por haberse quebrado la armonía familiar, la confrontación global y mutua deslegitimación se hayaconvertido en la única forma de relación.
Otro argumento es que, en esta ocasión, UGT no ha conseguido, a diferencia de otras elecciones, introducir sus reivindicaciones en el programa con que se presenta el PSOE. Pero el programa es compartido por todos los partidos socialistas de la CE, se refiere fundamentalmente a cuestiones europeas y ha sido apoyado por los críticos que defienden en el seno del PSOE las posiciones de Nicolás Redondo. Utilizar el argumento programático resulta, por tanto, bastante arriesgado para un sindicato que sigue insistiendo en su carácter reformista y en la moderación de sus reivindicaciones. La asociación del sindicato al proyecto político socialista se debe manifestar en la actitud ante la concertación social en general, y más específicamente en la capacidad para generar consenso en torno a la política económica establecida por el Gobierno. Y para ello es indiferente que haya o no un compromiso explícito de la central ante cada convocatoria electoral. La capacidad de presión de UGT, y, por tanto, sus posibilidades de determinar en un sentido más social la política económica del Ejecutivo, no dependen sino indirectamente de su actitud ante las elecciones. El dar a esa cuestión un papel central supone el riesgo adicional de que, si los resultados de las europeas fueran similares a los de hacedos años, los sectores del partido que consideran a los sindicatos un lastre inútil verían reforzadas sus posiciones.
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