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No son cinco , son tres más dos

Juegan cinco, como en todos los equipos. Pero no son cinco, son 3+2. Son Nacho, Chicho, Epi y dos más. Tres apodos y dos apellidos. Son tres que, a menudo, parecen diez. En el baloncesto se tiende a atribuir un resultado, incluso un título o un fracaso, a determinadas tácticas, fichajes o decisiones. Se olvida, con frecuencia, el peso de una labor de formación y de una filosofía en la gestión deportiva de un equipo, No se puede infravalorar tampoco la asimilación de las palizas que recibíamos en la década de los setenta ante los equipos que entonces domina ban el baloncesto continental: Cantú, Varese, TSSKA o, incluso, el propio Real Madrid. Ni la fe ciega de quienes apostaron por este trío de ases, tal vez único en la historia del baloncesto español.

Recuerdo la primera vez que ví a Solozábal. Era la época en que nos entrenaba Javier Añúa. íbamos a tomar un refresco y le pregunté a Javier quien era el chico al que acababa de saludar. "Éste será quien te quite la titularidad en el Barcelona", me respondió.

No se puede infravalorar el trabajo, muchas veces anóni mo, de quienes han pulido a través del tiempo la forma de actuar de cualquiera de los jugadores que están a tan sólo dos victorias de conquistar la Copa de Europa, la culmina ción de sus carreras.

Juan Antonio San Epifanio era conocido, al principio, como el hermano de Epi 1, Herminio. Todavía me acuerdo del día en que otro de nuestros entrenadores, Eduardo Kucharski, se dirigió a él en un entrenamiento de esta guisa: "Tú, Epi, o como te llames...".

No se debe echar al cesto del olvido el trabajo personal que ha supuesto para cada uno de estos jugadores llegar hasta donde lo han hecho. Por ejemplo, Sibilio, que con tan sólo 17 años se trasladó de Santo Domingo a Barcelona con la ingenuidad propia de su edad y una desconfianza absoluta hacia nuestro modo de vida. Si acabó adaptándose fue por su tenacidad y por la facilidad con que supo ganarse la amistad de sus compañeros y la entereza con la que se ha enfrentado a los problemas y a la incomprensión que se le han ido cruzando en su larga carrera. Sibilio conserva desde hace años la manía de terminar la rueda de calentamiento con un lanzamiento que ha de ser canasta. Anoche soñé que esa canasta no era en la rueda de calentamiento, sino en la final, en el último segundo y que decidía en favor del Barcelona el título. Una canasta que nadie atribuyó a la suerte, ni tan siquiera a la inspiración, ni al acierto de un momento determinado, sino al 3+2.

Miguel López Abril ex jugador del Barcelona y de la selección española de baloncesto.

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