Venezuela
Desde la sala de un piso en Madrid, donde no se oyen ni los disparos del Ejército ni las piedras del pueblo, entre la culpa desertora de estar lejos y el deseo tal vez suicida de volver, me he atrevido a pensar y a preguntarme qué está pasando en mi país."Gloria al bravo pueblo que el yugo lanzó", empieza, premoni-
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torio, el himno nacional de Venezuela. El bravo pueblo se cansó otra vez del yugo, el bravo pueblo está bravo y ya no tiene nada que perder, el bravo pueblo ha sido espectador de palco y gallinero del despilfarro de un país. Desde las luces anónimas que llenan los cerros de Caracas ha presenciado una abundancia desquiciada en la que no ha participado: de los Rolex de oro obligatorios sólo les llegó el reflejo cegador de la ostentación; del Mercedes Benz imprescindible no tuvieron sino el olor a cuero mientras limpiaban las ventanas. Lo que unos pocos malgastaron, hoy tienen ellos que reponerlo con más hambre, y el bravo pueblo volvió a decir "abajo cadenas", como en el himno nacional.
De Caracas nos llegan noticias de que la gente no se rinde, . están locos" -dicen-, "se enfrentan a los tanques con piedras"; inspirados tal vez en la figura de Bolívar (única referencia y única historia en Venezuela), asumen la omnipotencia desde la desesperación y siguen el mandato: "Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca". Con ese espíritu y con piedras se enfrentan a la naturaleza férrea de los tanques, a los disparos a quemarropa del Ejército y a las medidas de austeridad del Fondo Monetario Internacional. Hay un nuevo decreto de guerra a muerte en el aire y el "Españoles y canarios, contad con la muerte aun siendo inocentes" se multiplica y nos acusa: somos los nuevos españoles de nosotros mismos.-
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