El intruso que limpió una empresa familiar
Manuel Luque, el hombre que salvó a Camp, se ha convertido en el blanco de las acusaciones. Para Juan y Alberto Camp, el director general de la empresa ha roto algo más que la unidad familiar, e intenta controlar la gestión arrogándose la representación del 14% de las acciones que son propiedad de Jordi y Lourdes Camp, los sobrinos del presidente de la empresa, José. Alberto y Juan Camp quieren mantener su control y esgrimen que Luque ha puesto en marcha, con el apoyo tácito de José Camp, una línea de gestión autónoma, un embrionario management buy out, sin someterse a las decisiones de la propiedad, y con el visto bueno del comité de empresa.Detrás de esta profunda crisis late la tradición patrimonialista de una empresa familiar rota por las intrigas consanguíneas y empujada a la vorágine de las marcas -"¡Sabía que era Colón!"; "Elena lava más blanco"- hasta el delirante vacío de creer en una vía de salvación basada en el socorrido abracadabra comercial del hombre-imagen: "Busque, compare, y si encuentra algo mejor... ¡cómprelo!". Es notorio que, a fuerza de repetir esta frase, a Manuel Luque se le fue afilando el perfil y que, un buen día, el laborioso gerente que había iniciado en 1985 su peculiar viabilidad de Camp dejó de salir en televisión. Era el primer síntoma de una larga crisis que en estos momentos se expresa en toda su plenitud y amenaza la continuidad de una empresa que factura cerca de 34.000 millones.
Los miembros del Comité de Dirección de Camp defienden con uñas su continuidad en el puesto y recuerdan que fue Luque quien sacó a la empresa de una quiebra técnica no reconocida sobre la base de préstamos financieros y con el apoyo del presidente, José Camp. Este último controla el 28% del capital y ha ejercido de auténtico albacea de la familia desde la muerte de su padre en 1965, el patriarca fundador de Jabones Camp. De la aventura del despegue hacia la viabilidad queda, además de una cuenta de explotación saneada, una herencia de 8.000 millones en el pasivo de la sociedad, es decir, la deuda a largo plazo contraida con los bancos acreedores.
El distanciamiento entre las facciones se ha venido agravando a medida que Manuel Luque asumía mayor protagonismo empresarial e incluso vinculación familiar, después de su matrimonio con Guadalupe Coronado, emparentada con el propio José Camp. Pero los ataques que los representantes de la mayoría lanzan ahora sobre Luque se basan en decisiones tomadas por el director general que no pasaron por la aprobación del consejo. Entre ellas, la diversificación de actividades al margen de la producción de detergentes y la emisión de pagarés iniciada en septiembre pasado para reestructurar la deuda de la compañía. Manuel Luque consiguió de la Dirección General del Tesoro y Política Financiera el permiso para una emisión de pagarés con el límite de 6.000 millones, que está siendo asegurada por el Chase Manhattan Bank. En esta ocasión, Luque se sintió atraído, una vez más, por el vértigo de la imagen y quiso asegurar la colocación del papel personalizando el posible éxito de la emisión.
Los pagarés fueron un eslabón más de la larga cadena de actuaciones financieras diseñada por el tándem Manuel Luque-José Camp, encaminadas a llevar a Bolsa un porcentaje importante del capital de la sociedad.
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