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El Joventut se convirtio en un equipo mediocre ante el de yugoslayo Drazen Petrovic

Luis Gómez

ENVIADO ESPECIAL El Real Madrid llegó a contar con 30 tantos de ventaja sobre el Joventut, una diferencia inesperada en estos tiempos. El Madrid huele a favorito en esta Copa de¡ Rey porque ha alcanzado una forma de juego suficiente, un estilo sencillo aunque incompleto, y, sobre todo, una capacidad anotadora estimable. El Madrid, desde luego, no es sólo Petrovic; es algo más. Pero el yugoslavo ha transformado su fisonomía de modo concluyente: en condiciones normales, el equipo madridista puede ser una fábrica de hacer puntos. De esa manera, sólo puede sufrir ante

contrarios aguerridos, fuertes o sólidos. Y el Joventut no cumple, ahora mismo, ninguna de esas condiciones. No da la talla, en una sola palabra.El equipo de Badalona pareció un conjunto mediocre, de ésos que navegan por la mitad de la clasificación sin ambiciones aparentes. A los 13 minutos estaba prácticamente hundido, distanciado a casi 20 tantos de su rival (40-21). Petrovic usaba su individualismo sin antídotos, mientras Martín y Romay forjaban una autoridad indiscutible en los rebotes. En esas condiciones, el Joventut estaba técnicamente desarmado; le quedaba algún recurso táctico defensivo y, supuestamente, ganar por pelea, pero ninguna de estas otras facetas afloró en su juego. El Joventut se mantuvo en la cancha conforme con su suerte, desvaído, diletante, derrotado... En ningún momento volvió a disputar la eliminatoria.

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La superioridad madridista.

Y el Madrid, por el contrario, disfrutó de una semifinal con poco desgaste y tuvo acceso a la final, contra el Barcelona, sin haber sufrido apuros. ¿Es ello obra de Petrovic? Cabe decir que, en parte al menos, sí.

Porque el Madrid ha satisfecho, a fuerza de perder títulos nacionales durante estos dos últimos años, una de sus grandes carencias: el hombre resolutivo. Amparado en un juego de conjunto, el equipo madridista envidió del Barcelona durante este tiempo la propiedad de un jugador carismático, de una referencia con la que simplificar gran parte de¡ juego o bajo la que protegerse en momentos delicados. Ese hombre era, lo es, Epi en el Barcelona. Ese hombre es ahora Petrovic en el Madrid.

Con Petrovic, como sucedió ayer ante el Joventut, como el día anterior frente al Magia, el Madrid encuentra una enorme simplificación en su juego: a veces basta con dejarle el balón, pues el yugoslavo se encarga de hacerlo todo. Indudablemente, esa sencillez va acompañada de la calidad de] resto de] equipo, pero no significa que ese juego simple sea mejor. Con Petrovic, el Madrid practica un juego incompleto. Incompleto, aunque práctico. Y, si el rival no anda fino, resulta harto suficiente, como le sucedió ante el Joventut.

Lo curioso de esta transformación es que, mientras el Madrid da la impresión de que quiere parecerse en algo al cuadro azulgrana, el Barcelona lleva dos años queriendo parecerse al Madrid. Y en ese juego de falsas identidades está el asunto y, cómo no, el primer título de los que se disputan a lo largo de esta temporada, la Copa del Rey.

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