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CAMBIOS EN EL ESTE

"¿De qué Imre Nagy estamos hablando?"

M. R. E. El secretario general del Partido Socialista Obrero Húngaro (PSOH) y primer ministro, Karoly Grosz, está dispuesto a ofrecer un entierro digno a Imre Nagy, pero rechaza rotundamente la rehabilitación política del que fuera jefe del Gobierno húngaro y líder del sector del partido que se unió al levantamiento de 1956 y fuera ejecutado un año después Nagy había sido primer ministro desde 1953 a 1955."La compensación no es el entierro", explica pausadamente. "El entierro es un gesto humanitario que, independientemente de la persona del falle cido, un sistema fuerte debe garantizar. Tres décadas son suficientes para que, en el marco de nuestra dignidad humana, realicemos este acto".

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Dos razones

Grosz ve dos razones para que la rehabilitación no se produzca, al menos por ahora."Primero, desde el punto de vista teórico, debemos decidir de qué Imre Nagy estamos hablando". "¿Del sectario y más fiel servidor de Stalin, que apoyó la ejecución de László Rajk [ministro del Interior y gran amigo de Kadarl en 1949, que avaló la detención y condena a cadena perpetua de Janos Kadar aunque sabía que no había cometido crimen alguno? ¿Del Inire Nagy que mandó limpiar los desvanes de los campesinos húngaros y que creó la política agraria más cruel de Hungría? ¿O de la persona que en el año 1956 vio claramente que hacía falta un giro político y que en octubre de ese mismo año empezó una política constructiva, pero ya no tenía la fuerza suficiente para controlar el proceso?". Nagy era ministro del Interior cuando Janos Kadar fue detenido. El que después dirigiera el partido durante casi 32 años fue llevado a prisión y torturado al enfrentarse con los estalinistas en 1951. Había ocupado el puesto de Rajk en el Ministerio del Interior y fue sustituido, a su vez, por Nagy.

Rajk fue ejecutado en el marco de las purgas antititoístas, tras la ruptura de Stalin con Tito un año antes, en 1948. Rajk era un "comunista nacional" frente al grupo de los moscovitas, entre ellos Nagy, que habían vuelto tras la guerra del exilio soviético.

La otra razón por la que Grosz considera muy dificil decidir si se le rehabilita o no ya no es política. "En el año 1953, cuando Nagy era primer ministro, firmó un decreto por el cual los que fueran ejecutados en las prisiones debían ser enterrados en tumbas sin identificar". Y hoy día, asegura Grosz, no vive ninguna persona que pueda decir dónde está enterrado, aunque sí se sabe que es en un cementerio de Budapest.

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Comprobar los restos

"Podría organizarle un entierro de escaparate, pero no sería algo honorable", afirma. "Debemos hacerlo con sus restos mortales verdaderos. Un error no se puede enmascarar con otro error"."Estoy trabajando apasionadamente para que podamos comprobar que el cadáver es de la persona que queremos enterrar. La ciencia ya tiene sus instrumentos para comprobarlo. Eso es lo que estamos haciendo hoy. Ya lo quisimos resolver el verano pasado, pero no fue posible".

Grosz mantiene sin el menor rubor el calificativo de contrarrevolucionario al levantamiento de 1956 y sigue pensando que la invasión soviética estaba justificada.

Las demás alternativas, en su opinión, eran aún peores. Una, la intervención norteamericana. "El presidente Ronald Reagan, el primer año de su mandato, declaró que Estados Unidos tardó demasiado en pensar si intervenía o no militarmente para apoyar la contrarrevolución y que cometieron un error al decidir que no". Y otra solución "habría sido iniciar una guerra civil en el centro de Europa". Pero Grosz cree que "eso tampoco podía haber ayudado".

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