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El Athlétic no pudo romper su racha de derrotas

S. SEGUROLAMikel Loinaz, un delantero sanguíneo, compacto, que devuelve al fútbol. la esencia racial y física de los viejos tiempos, desequilibró el partido en su primera acción en el campo. Naturalmente, marcó con la cabeza, ante el entusiasmo de una hinchada que le adora. No fue un gol para el recuerdo. Biurrun ayudó sobremanera, quizá influido por la poderosa presencia del ariete donostiarra. El gol hunde un poco más al Athlétic, cuya secuencia de derrotas es alarmante y alcanza las seis consecutivas.

La Real concedió una ventaja insospechada al Athlétic. El equipo de KendaU es abordable en todas sus líneas, aunque la defensa ofreció progresos en Atocha. La situación es ideal para cualquier adversario. He aquí un equipo joven, descorazonado, roto por las lesiones, sin fe en sus fuerzas. Todo éso es el Athlétic ahora, y la Real no supo imponerse. Cierto que el equipo bilbaíno corrió con sacrificio, pero ni en estas tareas se muestra contundente. Su debilidad animaba la acción inérgica de la Real, que estaba en la obligación de superar a sus vecinos por velocidad, o técnica, o arrojo, o por la rutinaria presión que se espera en los equipos locales. La Real Sociedad, por contra, esperó y controló, cuando ninguna de las dos cosas era necesaria.

Quizá el buen trabajo de Alkorta sobre Zamora en la primera mitad limitaba la progresión ofensiva de la Real Sociedad, pero aún tenían los donostiarras la opción de Iturrino, un jugador intermitente, de gran clase, muy capaz de desestabilizar el siste ma defensivo del Athlétic.

Sorprendentemente, la Real apenas buscó esta salida. Iturrino se sirvió de dos o tres balones para manifestar su destreza pero el equipo pagó el precio de un infrautilización. Aun así, ofre ció la jugada del partido en una volea espléndida, desde fuera del área, que acabó en el larguero.

El desarrollo del partido ¡mi taba a una de esas victorias mínimas del equipo local, sin lustre, como el partido mismo. Sólo faltaba el ejecutor. Toshack lo vio así y mandó a Loinaz al césped, entre las ovaciones de la hinchada local. El pronóstico se cumplió de inmediato. Loinaz resopló en el cogote de Biurrun, que perdió inexplicablemente el balón. Luego, el delirio.

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