_
_
_
_
_
Tribuna:LA ENERGÍA COMO FUENTE DE RIQUEZA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La productividad desigual entre las naciones

El consumo y producción desigual de energía, de país a país, determina, en cierto modo, la riqueza o la miseria entre las naciones. Desde 1800, en que comenzó a usarse la energía mecánica con la fuerza del vapor y el empleo del carbón mineral, la productividad del trabajo humano fueaumentando constantemente con la utilización de más y mejores máquinas de vapor, primero; eléctricas y de explosión, después, y finalmente, máquinas automatizadas cibernéticas.

Esas tres etapas del progreso científicotecnológico marcan las tres revoluciones industriales que se han sucedido entre 1800 y 1950, en cuyo ciclo largo, con el progresivo aumento de las riquezas, la población mundial pasó de 978 a 2.513 millones de habitantes, y entre 1950 y 1987, a unos 5.000 millones. Sin el acrecentamiento de la producción y el consumo de energía, la población del mundo habría quedado estancada a los niveles de recursos económicos escasos de las sociedades esclavistas y feudales.La superpoblada China, sin ser el primer productor mundial de carbón y un discreto productor de petróleo, no podría abastecer de energía su industria, agricultura y servicios para satisfacer las necesidades económicas de sus 1.060 millones de habitantes, menos poderosos que los 240 millones de norteamericanos porque éstos consumen 7.278 kilogramos de petróleo equivalente por persona contra 201 kilogramos aquéllos. Así las cosas, la fuerza muscular humana cuenta mucho en China, especialmente en la agricultura, que ocupa, más o menos, el 707. de su población activa, mientras que en Estados Unidos sólo representa el 3% de la misma, pero produciendo varias veces más por agricultor que en el campo chino.

Brasil, casi tan grande geográficamente como Estados Unidos, tenía en 1985, aproximadamente, 21 veces menos producto interno bruto (PIB) que Estados Unidos, porque las máquinas y los trabajadores de Brasil consumían, en el proceso de producción, 10 ve,ces menos energia mecánica que un norteamericano. Y en energía eléctrica, por ejemplo, EE UU consumía 2.472.000 millones de kilovatios en 1985 contra 423.429 millones de kilovatios América Latina.

En este sentido, el atraso económico y tecnológico de América Latina respecto de Norteamérica se debería en gran parte a que aquélla consume seis o siete veces menos energía que ésta en cifras absolutas y mucho menos en energía por habitante. Uno de los grandes males de Latinoamérica consiste en que desutiliza el 90% de la energía de sus grandes ríos y, en vez de consumir, exporta la mayor parte de su petróleo (como en el caso de México, Ecuador y Venezuela), que fluye hacia Estados Unidos. Si este petróleo fuera consumido en la industria, la agricultura, los servicios sociales y públicos y en usos domésticos, adicionando a ello la energía eléctrica hidráulica perdida, América Latina podría aspirar a un desarrollo económico y tecnológico no inferior al de Europa occidental, Japón y Estados Unidos, constituyéndose así en una potencia del siglo XXI. Estados Unidos es la potencia más rica del mundo, en gran parte debido a que consume un cuarto, más o menos, de la energía mecánica mundial.

Modelos de desarrollo

Los modelos de desarrollo económico y tecnológico, privilegiando exclusivamente la industriat pesada en detrimento de la industria ligera, como ha sucedido en la URSS, o con una industria pesada y ligera de tipo convencional, poco automatizada, como sucede en Europa occidental, si ambas no cambian rápidamente este modelo se van a quedar atrasadas, no pudiendo competir suficientemente en el mercado mundial. Aumentaría así la desocupación de traba adores, el déficit de las balanzas de. comercio exterior, la falta de divisas de libre convertibilidad y, a su vez, irá disminuyendo la productividad del trabajo, lo que hará incrementar los costes del paro obrero y de la seguridad social. Una economía moderna, alcanzando ampliamente el nivel de automatización del trabajo manual y mental mediante el empleo de máquinas cibernéticas, al finalizar el siglo XX y comenzar el siglo XXI dejaría muy atrás no sólo a los actuales países subdesarrollados sino también a países de medio desarrollo de Europa, a menos que ésta no responda al reto tecnológico de Estados Unidos y de Japón.

La sociedad de la creciente productividad del trabajo exige la sustitución del músculo humano por esclavos mecánicos, de los cuales, por cada trabajador, ya disponía EE UU de 250 en la década 1960-1970. Así las cosas, el fertilizante químico ha sustituido al escaso abono orgánico, el tractor a muchos millones de mulas y caballos, la cosechadora mecánica a millones de sudorosos segadores, las máquinas industriales controladas por ordenadores a millones de trabajadores, pero multiplicando la productividad por trabajador ocupado restante.

Ahora bien, desde el punto de vista sociopolítico y económico es deseable que las máquinas automatizadas vayan liberando del trabajo penoso a los obreros, pero lo injusto es que todo este progreso prive del derecho al trabajo a quienes no tienen más que éste para subsistir. En este sentido, por una ironía dialéctica, el progreso científico y tecnológico, mal usado social y económicamente, produce retroceso moral y social, paro tecnológico, porque el progreso no se desarrolla política y socialmente en beneficio de todos los habitantes de un país y de todos los pueblos del mundo. Por tanto, el gran desafio de la sociedad contemporánea es poner en concordancia el progreso material, con sus reformas sociales y económicas correspondientes, dentro de cada país, igualando las grandes diferencias económicas entre los países pobres y ricos del mundo, condonando deudas públicas externas impagables y haciendo fluir, sin condiciones neocoloniales, los capitales excedentes de los países ricos hacia los países pobres. Sólo así habrá paz, libertad y prosperidad en el mundo.

es economista internacional.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_