La terapia de grupo no salvó al Atlético de la derrota
ENVIADO ESPECIALEl Atlético de Madrid cayó por la mínima en Groningen porque le faltó acierto en los últimos metros para batir al meta Storm. El brasileño Baltazar desperdició una tras otra las cuatro claras oportunidades de gol que se le presentaron y eso deja al equipo rojiblanco sino en situación angustiosa, sí bastante delicada al no haber marcado en campo contrario, algo que suele resultar vital en competición europea. El partidazo de Luis García, que jugó, por fin, en su auténtico puesto de defensa libre, y el gran momento que atraviesa Abel fueron lo mejor del Atlético. El Groningen es un equipo discreto de la liga holandesa que tiene como máxima figura a Martin Koeman como manager en el despacho, pero que confirmó sobre el campo que ninguno de sus hijos, Ronald y Erwin, están ya sobre el césped.
La plantilla del Atlético se vio forzada la temporada anterior a redactar una dura nota contra el presidente del club y que supuso el principio del fin para algunos de los firmantes. Habían transcurrido ya ocho meses desde el inicio de la campaña. Las cosas van más deprisa este año. Apenas se ha disputado un partido de Liga cuando los supervivientes que han llegado a Groningen, tras salvarse de los catarritos musculares de Maguregui, sintieron ya la urgente necesidad de realizar una terapia de grupo, a modo y manera de las que se han hecho célebres en la selección y en el Real Madrid.
Así que los doce jugadores útiles y los cuatro acatarrados de Maguregui decidieron reunirse antes de la comida de ayer sin la presencia del entrenador ni del preparador físico para darse ánimos y llegar a una feliz conclusión: abstraerse del caos que les rodea cuando esto no ha hecho más que comenzar. Y lo cierto es que, sin realizar un papel brillante, horas después de la terapia los 11 jugadores rojiblancos que saltaron al campo del Groningen lo hicieron con un notable espíritu de lucha. Tácticamente, Maguregui manejó muy bien los pocos recursos que podía utilizar.
Los dos equipos tuvieron ocasiones, pero Abel volvió a mostrar su calidad y su colega Storm comenzó ya a dejar ver que iba para héroe de la noche. Los contragolpes rojiblancos llevaron casi siempre el sello de Aguilera, un chaval de 19 años que acusa aún bisoñez pero que se sacrificó con disciplina en la doble función de cubrir la banda derecha en defensa y explotar su velocidad al contraataque.
El mérito del Atlético en el segundo tiempo radicó en no descomponerse, no ya frente a las discretas acometidas del Groningen sino frente a su propia adversidad. La reunión de grupo daba sus frutos y hasta Futre y Baltazar, que han comenzado la temporada necesitados de una terapia individual con carácter de urgencia mucho más fuerte que la de sus compañeros, mejoraron su aportación a la colectividad. Pero el brasileño no encontró la inspiración y desperdició las cuatro claras oportunidades de gol que se le presentaron, bien es cierto que frenado por la magnífica actuación de¡ meta holandés.
Al final, el Atlético no logró su gol en campo contrario y los lloros de Maguregui en la madrugada del miércoles, superado por la tensión de su guerra con el doctor Ibáñez, podría convertirse el 5 de octubre -o antes- en auténticos sollozos.
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