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El Trade Union Congress expulsa al sindicato de electricistas por su actitud antihuelga

El movimiento sindical británico sufrió ayer una fractura histórica de aún imprevisibles consecuencias con la expulsión del sindicato de electricistas (EETPU) del seno del Trade Union Congress (TUC). La expulsión fue aprobada por la mayoría de los asistentes a la 120ª conferencia de los sindicatos británicos y pone dramáticamente en evidencia la disputa entre la concepción clásica del sindicalismo como combate frontal y la nueva del sindicalismo proclive al pacto. El líder de los electricistas dijo que lo que estaba en juego era la elección entre el futuro y el pasado.

Las brisas marinas que barren la localidad costera de Bornemouth no pudieron disipar la cargada tensión existente en la conferencia, abocada desde hace meses a expulsar a los electricistas, acusados oficialmente de violar la disciplina del TUC, pero en realidad enfrentados con la mayor parte del sindicalismo por su predisposición a poner sus intereses por encima de los de otros sindicatos y a adoptar acuerdos excluyentes que descartan la huelga como arma de defensa de los trabajadores.Norman Willis, secretario general del TUC, dijo, al presentar las razones que obligaban a la expulsión, que aceptar el modo de actuación del EETPU implicaba abrir la puerta a la anarquía y minar la credibilidad del TUC en la escena internacional y ante los propios afiliados. Eric Hammond, líder de los díscolos, mantuvo hasta el último momento su postura agresiva y arrojó a la sala un aserto desafiante: "El problema no es si nuestros miembros apoyan o se oponen al TUC, sino que lo consideran inútil para sus necesidades". Hammond dijo ser víctima de una caza de brujas por parte de los sectores más radicales del TUC -extremo desmentido por Willis, para quien el conflicto "no es una cuestión de derecha e izquierda, sino de acertado o equivocado"- y abandonó la sala antes de que se produjera la votación que le arrojaba a él y a sus 300.000 seguidores a la intemperie.

Crisis de afiliación

Todavía es pronto para saber si esta ruptura va a convertirse en la semilla de una nueva organización sindical que rompa el monopolio del TUC. La crisis llega en un momento de debilidad para el movimiento sindical británico, que ha pasado de 12,2 millones de afiliados en 1979 a 8,8 millones, una vez expulsados los 300.000 electricistas, y a pocos meses de que se produzca la fusión del EETPU con los mecánicos (AEU, el segundo sindicato del TUC, con más de 800.000 miembros), con quienes comparten una estrategia de actuación que cuenta con un 58% de apoyo entre los afiliados al TUC en lo relativo al establecimiento de un sindicato único por empresa, aunque el rechazo llega al 60% cuando se trata de aceptar convenios que descartan la huelga.

Los centenarios sindicatos británicos están buscando a la desesperada nuevas vías para atraerse a unos trabajadores cada vez más cualificados y con mejores perspectivas que no se consideran a sí mismos obreros y que anteponen la seguridad del puesto de empleo a la incertidumbre del conflicto social.

El sindicato de electricistas británicos cree que su política sirve mejor a esos intereses y acusa a los otros sindicatos de supeditar "la realidad a la hipocresía", mientras que desde los sectores más radicales de la izquierda se le reprocha que acepte pactos encaminados a socavar el movimiento sindical del Reino Unido.

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