El Logroñes del 'abuelo' Cruz puso en evidencia al Atlético de Maguregui
El Logroñés puso al descubierto las deficiencias que el Atlético ya había dejado ver en su larga y durísima pretemporada, que muy bien podría haber sido planificada por cualquiera de los ex jugadores que pleitean con Gil en los juzgados. El equipo de Maguregui ofreció una imagen penosa en Las Gaunas y fue barrido del campo por la agresividad y la presión del conjunto riojano, en el que el argentino Ruggieri -que estuvo a punto de fichar por el Madrid en las últimas semanas- puso el toque de seguridad atrás y el mexicano Cruz, acompañado del uruguayo Alzamendi, el de distinción arriba. El trío de extranjeros del Atlético no existió.Jesús Gil fue invitado al mediodía a visitar las bodegas de su colega riojano Marcos Eguizábal. Y salió encantado. Sus jugadores no estuvieron presentes en el acto. Pero, ¿acaso estuvieron luego sobre el césped de Las Gaunas? Inquietante incógnita difícil de descifrar a la luz de algunos datos contradictorios. Así, los 18.000 enfervorizados riojanos se marcharon del campc convencidos de que su equipo se había enfrentado a otro de Primera División y con once jugadores. Por contra, el meta local Pérez se marchó al vestuario en el descanso frotándose los ojos y preguntándose si él había sido uno de los protagonistas o se encaminaba por el pasillo de su casa desde el salón de la tele a la cama para irse a dormir. De su feliz sueño sólo tuvo que despertarse una vez para rechazar un disparo a bocajarro de Baltazar, ya en el segundo tiempo.
El Atlético, sencillamente, no había existido ante la borrachera de juego del equipo del bodeguero Eguizábal. Y el que más cató el vino futbolístico que ofreció el conjunto riojano fue el llamado abuelo Cruz.
A Francisco Javier Cruz, que sólo tiene 22 años, le pusieron el apodo de abuelo porque ya desde pequeño comenzaron a asomarle numerosas canas, aparte de que también le envejece el rostro unas amplias patas de gallo que le salen al lado de los ojos.
En el Mundial de 1986 la afición mexicana ya coreaba en las gradas el grito de "¡abuelo, abuelo!". Es un tipo familiar. Al presidente Eguizabal le llama papá Marcos, al vicepresidente Mateo Berrueta, tío Mateo y todos los directivos del Logrofiés son ya sus primos. De primos cogió el abuelo a todos los defensas del Atlético en el gol que sentenció el partido.
El equipo de Maguregui se había marchado al descanso sin ofrecer más signos vitales que los saltitos de Manolo ante la defensa rival y, eso sí, la contundencia de Arteche. El degradado capitán, que ahora se autodefine como un simple "soldado raso", tuvo que emplear la bayoneta calada para frenar al abuelo y a toda su familia de Logroño. ¿Y Futre? ¿Había jugado Futre? El portugués, bien es cierto, centró la expectación general. Todas las miradas se dirigieron al túnel de vestuarios y, en efecto, por allí apareció en el segundo tiempo, señal ínequívoca de que también había pisado el césped en el primero. Maguregui no pudo arreglar nada. Cuando algo falla se cambia, pero el reglamento aún no permite siete sustituciones masivas. Todos salvo Abel, Tomás, Arteche y Sergio, se habían ganado proseguir su descanso en los vestuarios en la segunda fase.
Al final, mientas Martín Koeman, padre de Ronald, la estrella del PSV, confirmaba que Gil le había hecho una importante oferta, el presidente rojiblanco sentenció: "Mientras los chicos sigan luchando, aunque perdamos no me importa". Gil, que presume siempre de decir la verdad "aunque duela", está perdiendo facultades: ya ha aprendido a contar mentiras piadosas.
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