La capital descubre la trilla sobre el asfalto
Unos 6.000 kilos de mies inundaron ayer la céntrica plaza madrileña de Herradores para que varios cientos de ociosos, niños y turistas disfrutaran -en la mayoría de los casos, por primera vez en su vida- de un simulacro de la ancestral faena agrícola de la trilla.Entre dudosos poemas de vates locales y un indudable aroma a trigo y mulas, se trasegaron unos 500 litros de vino. Para asentarlo había 200 lacones, 200 empanadas gallegas y 200 tartas de Santiago. Era la tercera edición de la Trilla, una fiesta entre la tradición y el tópico, que su organizador, José Menor, concibe como un homenaje a los campesinos y que acabó siendo un caleidoscopio popular de gaitas, dulzainas y canciones de tuna universitaria.
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