Distensión
Habíamos quedado en que iba a ser el año de la recesión económica, el lustro de la débâcle política, la década de los misiles afilados. Estábamos entrenados para dar la bienvenida a los jinetes del hipódromo apocalíptico y especializados en escribir la catástrofe con cegadora brillantez. Trabajamos como negros la cultura de los adioses, las ideologías del pesimismo, la lógica del todo va a peor, la estética del refugio nuclear, la pancarta milenarista, el adjetivo terminativo. Ya no se trataba de tener razón, sino miedo. Y cuanto más miedo, mejor, más prestigio literario, porque aquella utopía roja que profetizaba el happy end abdicó ante las verdes utopías del desastre final.En eso estábamos cuando nos salen con la distensión. Dicen que si sumas la perestroika, esos desarmantes pactos de las superpotencias para jubilar misiles, la euforia económica del continente, el imparable proceso de unidad europea, el acuerdo entre la CE y el Comecon y otros eventos de signo positivo, te sale la distensión. Eso sí que es una mala noticia, un duro golpe. Diría más, la distensión es una estafa. No es lo prometido. Tiene que haber un error. ¿Han sumado bien? ¿Son sumandos de la misma familia? ¿Están seguros de que la nueva distensión abulta más que las viejas tensiones? Y aunque fuera verdad, ¿en qué se va a notar? Porque, miren, es imposible que la distensión aporte en la práctica más paz que la habida en estos largos años de tensión a pesar de las insistentes amenazas de catástrofe, o precisamente por eso. Si cuando nos juraban que todo estaba a punto de irse al carajo resultó que nada se fue al carajo, ¿a qué viene esto de la distensión? ¿Quién nos garantiza que los posibles éxitos de la política distendida superen los memorables fracasos de la era de. las tensiones? Son ganas de hacernos la puñeta. Porque todo el mundo sabe que se redacta mucho mejor desde la tumbona catastrófica que desde la tarima escéptica. Escribir como los ángeles es aquí sinónimo de escribir sobre el infierno. Por eso fracasará la distensión, porque no tiene quien la escriba.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.