Cine viejo, ¡menos mal!

Cuando se estrenó La condesa de Hong Kong, la película que Chaplin realizó en 1967 y que habría de ser la última de su inigualable filmografía, la crítica la recibió con frialdad. Se acusó al artista de ofrecer "cine viejo". Se entiende, o casi: por aquellas fechas requeríamos innovaciones y Chaplin se descolgó de su retiro con una comedia romántica de corte clásico, sencilla, modesta, muy agradable. Hoy, en cambio, cuando el sustantivo "cine" y el calificativo "viejo" se asocian damos brincos de alegría porque sabemos apreciar en lo que vale esa sencillez, ese clasicismo.¡Cómo no iba a ser clásico sir Charles Spencer Chaplin! Y más teniendo en cuenta que el argumento de La condesa de Hong Kong se le ocurrió en 1930, durante un viaje asiático.

Comedia de interiores, comedia sentimental y muy bien dialogada -de Chaplin es el guión, como la música y un pequeño papel de camarero, su despedida de las pantallas-, La condesa de Hong Kong cuenta con dos monstruos sagrados: Marlon Brando y Sofía Loren, que están estupendos.

Por lo que hace a Siete días de enero, se trata de la meticulosa crónica de los hechos de Atocha, de la matanza de los abogados laboralistas. Un documento que Bardem aborda periodísticamente.