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'EL EXTRAÑO CASO DE...'

Frankenstein necesita amigos

Tomàs Delclós

El mito de Frankenstein quedó aparentemente cristalizado en las películas de los años treinta. Era la criatura malvada fabricada por un científico inmoral. Poco a poco, el propio cine y su público descubrió que el monstruo lloraba. Frankenstein sostenía maldiciones seculares (el maleficio de los avances científicos, el hecho de que su creador cometiera el sacrilegio de crear vida humana sin permiso divino, su propia fealdad).El drama de Frankenstein es su soledad. En la novela de Mary Shelley es capaz de articular palabras. El cine le quitó esa última posibilidad de darse a conocer, lo dejó a la intemperie.

En la novela, el científico paga mucho más penosamente su atrevimiento que en el cine porque, ahí, pronto se olvida quién comete el gran pecado original y el castigo, sin matices, lo hereda su criatura.

La posterior redención cinematográfica de Frankenstein llegó a convertirlo en un juguete sexualinente apetitoso para la ninfómana esposa del científico, le dió una compañera a la medida (con una nueva usurpación del mito adánico) o lo retrató como un ciudadano domesticado que invierte el problema inicial: los diferentes son los otros, que perturban su tranquila vida cotidiana (la serie Monsters). Frankenstein, como en general las criaturas del cine de terror, desatan la tragedia cuando aparecen ante los demás. Cuando se muestran, son vistos como seres distintos, intolerables. En algunos casos, éste por ejemplo, su agresividad es mera autodefensa. Victor Erice (El espíritu de la colmena) supo verlo así, como espíritu de liberación cuyo cuerpo se exhibe (la sala de cine) en el mismo lugar donde, más tarde, se mostrará el cadáver de un maquis. Esta noche, una producción británica ofrece un trabajo sobre Frankenstein, una criatura que reclama voces amigas, indulgentes.

El extaño caso de... se emite hoy a las 20.30 por TVE-2.

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