El Madrid, casi finalista de la Copa Korac
El Estrella Roja trató de manejar el partido bajo el supuesto de que no podía enfrentarse al Madrid cara a cara. Disminuido claramente de efectivos en la zona del rebote, desprovisto de un elemento distorsionador tipo Petrovic, el conjunto yugoslavo trabajó librando pequeñas batallas y tratando de hacer de tales reyertas una suerte de pírricas victorias. Posiblemente, todo este arsenal de artimañas, no tuviera otra finalidad que hacer perder al Madrid los papeles. Efectivamente, hicieron lo posible para llevar el partido a ese derrotero, pero les faltó lo esencial: perversidad. O algo más singular: un jugador perverso. En definitiva, el Madrid nunca tuvo miedo a ningún rival en especial.En la primera parte esta actividad estuvo a punto de significar un dominio inicial del ritmo del partido. A pesar de que el Madrid apuntó una clara ventaja de salida (442), el Estrella Roja logró en un solo minuto desequilibrar la situación explotando adecuadamente la lesión temporal de Jovanovic, quien se partió una ceja en un rebote- Su descomunal hemorragia surtió efecto. Los yugoslavos arreciaron su agresividad y llegaron a provocar hasta una increíble falta intencionada a Llorente. En ese minuto, con los colegiados amedrentados, lograron un parcial de 19-10. Poco después practicaron una zona de acoplamiento para impedir que el Madrid cogiera ritmo. Finalmente, forzaron una singular batalla durante los últimos nueve segundos con el éxito pírrico de llegar al intermedio con 49-48.
Hasta ese momento, el Real Madrid había carecido de continuidad en su juego y tenía ante sí la amenaza de no controlar debidamente el rebote ante un equipo manifiestamente más pequeño. Romay, en una actuación sobresaliente por la cantidad de leña que se repartía bajo los aros, estableció un primer principio de dominio, pero sólo en el rebote defensivo. Sin embargo, el Estrella Roja no lograba protagonizar en alguien una sensación de amenaza y, en realidad, el Madrid, un poco aparentemente a la deriva en un juego de muchos despropósitos en los primeros minutos de la segunda parte, sí estaba controlando una circunstancia: que el Estrella Roja no llegara a escaparse en el marcador. Consecuentemente, el Madrid estaba lejos de perder los papeles. De hecho, ningún jugador yugoslavo en especial ocasionó un particular cambio de marcajes en la defensa madridista. Sin nadie que amenazase, sin perversidad, era cuestión de tiempo, de minutos, que el Madrid tomase el mando definitivo. Además, se había producido un hecho: el Madrid había logrado, en el primer tiempo, parar las acciones de¡ rival con cinco triples, y los triples, se suponía, iban a ser el principal argumento de los yugoslavos.
El momento resolutivo Uegó, casualmente, con la coincidencia en pista del trío Llorente-Biriukov-Iturriaga, una línea de jugadores que, actuando por el exterior, parecen haber encontrado un buen caudal de entendimiento; los tres se hablan, dialogan con el balón, lo hacen circular e impiden que la defensa fije objetivos. Con ellos, el Madrid rozó los diez tantos a favor. Y ya finalmente, con cinco nacionales en la cancha por la entrada de Martín, fue el equipo yugoslavo el que comenzó a sentirse atemorizado por la forma en que Martín consiguió sus últimos tantos: ni más ni menos que apoderándose a cualquier costa de las inmediaciones del aro.
Triunfo del Cibona
En el encuentro de ida de la otra semifinal, jugado en Jerusalén, el Hapoel Tel Aviv fue derrotado por el Cibona de Zagreb por 93-103.
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