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Claves para un congreso

Manuel Escudero

Los programas políticos; es decir, los proyectos de organización social, están particularmente minusvalorados en España. Esto se debe a dos razones. En primer lugar, el ciudadano medio aún no se ha podido sacudir el escepticismo histórico creado, por un siglo con magras experiencias democráticas, y, en consecuencia, los programas son vistos como promesas o como buenas intenciones, pero sin mayor esperanza. En segundo lugar, nos movemos en un mapa político a no asentado. En él diversas fuerzas políticas, aun teniendo líderes, no tienen base activa ni organización, mientras que otras tienen organización, pero les faltan líderes. Es natural que las primeras, en tanto no tengan una clientela asentada, no produzcan programas nítidos y definitivos. Las segundas, en cambio, huérfanas de dirigentes, se encuentran más absortas en las escaramuzas entre candidatos que en la formulación de un proyecto pensado y articulado. En ambos casos las consideraciones programáticas están en un segundo plano.Pero esta reflexión no debe conducir al pesimismo. La propia realidad empuja, y seguirá presionando, para que cada fuerza política se aplique cada vez más en el decantamiento de su propio proyecto. Hay dos vectores de la realidad que trabajan en tal dirección. Por un lado, la España de 1988 ya está normalizada -en el plano político, en el económico, en el internacional y demanda, cosa que no era pensable en 1982, proyectos positivos de construcción o de organización de la sociedad. Llega, por tanto, la hora de que las diversas fuerzas políticas propongan lo que están dispuestas a hacer y otros nunca realizarían. Por otro lado, la sociedad española tiene un núevo dinamismo económico en el contexto de salida de la crisis y un nuevo dinamismo social debido a que muchos corsés que lo impedían anteriormente se han esfumado después de 10 años de proceso democrático. Pero ese nuevo dinamismo trae consigo nuevos problemas, inéditos, ante los que cada fuerza política, a partir de la filosofía específica, deberá ofrecer nuevas respuestas.

En mi opinión, éste es un ángulo de reflexión que puede ser fructífero a la hora de ofrecer una clave acerca del próximo congreso del PSOE. En él se van a abordar temas que hasta la fecha el socialismo español nunca se había planteado. Así, la ponencía que van a debatir los socialistas se refiere a la necesidad de un crecimiento económico continuado que se oriente en la nada fácil dirección de la calidad de vida y la armonía con el medio ambiente. Se habla de nuevos instrumentos de democracia económica. Se encara frontalmente el tema central del nuevo papel del Estado como agente económico, al tiempo que se reafirma el proyecto socialista de redistribuir la renta construyendo un Estado del bienestar adaptado a las demandas sociales de la sociedad poscrisis.

En un contexto en el que, como antes señalaba, se tiende a infravalorar los proyectos,se corre el peligro de que pase inadvertido este hecho: los temas esbozados -ecocrecimiento, democracia económica e industrial, sociedad del bienestar, nuevo papel del Estado- configuran el núcleo de un nuevo proyecto estratégico del socialismo español, un proyecto que ya no es puramente ortodoxo, que refleja fielmente la dirección en la que se mueve todo el socialismo europeo a la salida de la crisis.

Viejos principios

Por el calado de los temas -que no sólo pueden ser aprobados en sus grandes formulaciones, sino que deberán en el futuro traducirse en políticas concretas- y por lo que suponen de revisión ideológica de viejos principios, este nuevo proyecto no se podrá consolidar sin un debate en profundidad: en este sentido el congreso del PSOE no puede ser sino el umbral que aprueba una orientación general que luego deberá ser enriquecida a través del debate.

Esta visión da una clave de interpretación del próximo congreso del PSOE diametralmente opuesta a la sugerida por Ignacio Sotelo en su artículo Dos temas claves para un congreso. Dejaré aparte otros temas que también merecen comentario, para centrarme en su núcleo argamental, que se apoya en una crítica sin concesiones a la gestión realizada durante los cinco años de Gobierno socialista. Y ésta es, desde mi prisma, su equivocación fun-, damental. La disyuntiva es la siguiente: o uno se centra en condenar lo hecho o uno, sin obviar la crítica a aquellos aspectos que lo merezcan (y hay que situar aquí los escasos éxitos en la modernización de la Administración o-las serias deficiencias que aún existen en diversos servicios del bienestar), da un aprobado general al pasado y se centra en las tareas nuevas que demanda la sociedad esparíola tal y como es hoy.

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A la hora de optar por una u otra alternativa existe una valoración central que hacer: la gestión de la crisis económica realizada por el Gobierno socialista y globalmente apoyada por el PSOE ¿es una gestión socialista? Evidentemente no es una gestión ortodoxa a la usanza keynesiana .del socialismo europeo de precrisis. Pero la crisis.tampoco ha sido convencional, sino que exigía la creación de unas nuevas bases para el crecimiento económico, una gestión del lado de la oferta de la economía y no del lado de la demanda. El socialismo español. y, en sus diversas variantes nacionales, el sueco,- austriaco, italiano, alemán o portugués no han respondido a la crisis mediante las vías más conservadoras y ortodoxas -como califica Sotelo a la gestión socialista en España-, sino con altas dosis de racionalidid. Esta racionalidad, además, ha intentado ser consensuada con los agentes económicos y sociales. La racionalidad, por último, se ha combinado con una defensa del gasto social, buscando su racionalización, pero no su recorte contra los menos favorecidos.

Las Was más conservadoras de respuesta a la crisis hay que buscarlas en otras latitudes: en los Estados Unidos de Reagan, creando un agujero negro al resto de la economía mundial; en el Reino Unido de Margaret Thatcher, desmantelando la política regional, creando guetos y desindustrializando no ya el norte del Reino Unido, sino los Middlands, en pos de su opción de capitalismo especulativo popular; en la Alemania de Köhl, negándose a crecer por más que existan dos millones de parados. El caso español no es asimilable a ninguno de ellos. Finalmente, los socialistas que buscaron otras vías de respuesta a la crisis, vías no racionales, de expansión de la demanda, hoy están en plena reconsideración de su error: es el caso del socialismo inglés o francés. Sotelo debe revisar su concepción de la crisis y de la respuesta socialista a la misma porque corre el peligro -como otros divinos gauchistas- de quedarse solo, no ya dentro del socialismo español, sino del europeo.

Por ello, sin obviar las críticas que deban hacerse a la actuación pasada, es más fructífero centrarse en la tarea de diseñar lo que queda por hacer hoy y en el futuro. Esta tarea la exige hoy ya la sociedad española al socialismo y al resto de fuerzas políticas. Será una tarea difícil, en la que existen incógnitas evidentes (¿cómo hacer desaparecer lo más rápidamente posible el desempleo masivo?). Por ello es una tarea en la que el debate abierto y sincero es positivo y absolutamente necesario.

Manuel Escudero Zamora es doctor en Economía y coordinador del Programa 2000 del PSOE.

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