_
_
_
_
Tribuna:LA NUEVA ETAPA DEL SINDICALISMO DE CLASE
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Unidad de acción, dinamismo y optimismo

En este artículo, el ex secretario general de CC OO, y ahora presidente de la Confederación, propone una unidad de acción permanente, y no coyuntural, entre los sindicatos de clase y democráticos.

Las elecciones sindicales celebradas a finales de 1986 iban a tener gran importancia para la unidad de acción sindical y la propia situación política.El Gobierno de la cúpula dirigente del PSOE, basado en unos 60.000-70.000 cuadros tecnócratas bien pagados, aliados tácitamente a los grandes medios financieros y especuladores de dentro y de fuera, que practicaba una política económica neoliberal, a lo Thatcher, antisocial necesitaba que el sindicato de su familia constituyera una base social fuertemente hegemonista, dependiente y dócil. Necesitaba en el plano sindical lo que había conseguido en el plano político. Sin ello, durar los "20 años de gobierno" a lo PRI mexicano a que aspiraban no sería posible.

La victoria de CC OO en las grandes empresas y en el número de votos total (a pesar de los 4.144 millones del patrimonio histórico dados a UGT ocho días antes y de la normativa electoral que reducía la proporcionalidad y representatividad de las grandes empresas) hizo fracasar la extensión de sus planes hegemonistas. A este fracaso contribuía también una toma de conciencia d e importantes sectores de base y dirigentes de su central hermana, y la obsesión, casi provocación, del ministro de Economía, y del gran capital, al rechazar sistemáticamente cualquier aumento salarial superior al 5%.

Y se desarrollaron grandes luchas de los trabajadores en vez de la docilidad esperada. La mayor unidad de acción CC OO-UGT de los últimos años, con más de 80 millones de horas de huelga, al romper los topes salariales, permitió alcanzar subidas medias de un 6,8% sin que se dispararan los precios. Y la dirección de UGT tomó sus distancias con respecto al Gobierno.

Ante la negativa del Gobierno de negociar los Presupuestos de 1988 en la parte que nos afecta a los trabajadores, la respuesta no tardó en llegar. Si lo que pretendía era que les diéramos a ellos y a la gran patronal un aval a su política antisocial, la respuesta de CC OO y UGT fue clara: no firmaríamos nada por arriba que fuera un visto bueno, tampoco desmovilizaríamos a los trabajadores. Negociaríamos los convenios empresa por empresa. Acuerdos concretos, parciales, para cambiar la política económica patrono-gubernamental.

El congreso de CC OO

El congreso más transparente y democrático de todos los hechos hasta ahora, a base de la representación proporcional integral, con cerca de un 50% de los delegados y delegadas elegidos directamente además en los centros de trabajo.

Los medios de comunicación pudieron observar sin trabas las reuniones; todo se hizo con luz y taquígrafos. Amplios debates, a veces ásperos, y mayorías en torno al 75% para las elecciones a los órganos dirigentes; mayorías y minorías enriquecieron las ponencias. La clásica vieja responsabilidad de la secretaría general fue asumida por un joven, y la nueva presidencia pasará a un viejo militante obrero, todo con naturalidad.

Unos y otros, como siempre en CC OO, bajo la dirección colectiva y la participación y control de sus militantes, tendremos como un deber y un honor servir honestamente, con sencillez y espíritu de sacrificio, los intereses de los asalariados/ as en los próximos años. Un sindicalismo de nuevo tipo, las CC OO, fortalecidas en sus formas y en su fondo, en sus principios creadores, salen de estos últimos años difíciles en olor de santidad y entran en un nuevo mandato en olor de multitud, dispuestas a hacer frente a las nuevas dificultades que nos esperan con presión y con negociación-alternativas.

Reforzados por la nueva victoria en las elecciones del área pública, tendremos que reexaminar lo que debe ser el fin de una etapa sindical y el comienzo de otra. A los 12 años de iniciada la transición y después de las elecciones sindicales de 1986 y 1987, lo que por parte de nuestros principales competidores en el sindicalismo de clase y democrático, los compañeros de UGT -también de nosotros hasta 1980-, fue el objetivo fundamental, el hegemonismo, ha fracasado, y debe dejar paso a una unidad de acción permanente, no circunstancial o accidental, a partir de la nueva correlación de fuerzas más estabilizada.

Una nueva etapa debe comenzar cuando además ambos, desde diferentes concepciones y caminos, hemos llegado a las siguientes conclusiones: que los grandes acuerdos están agotados o fracasados; que además favorecen los objetivos finales del sistema y perjudican las movilizaciones y alternativas de los trabajadores; que los sindicatos de clase y democráticos deben ser independientes de los patronos públicos o privados, independientes de todos los Gobiernos y partidos. No se trata de un apoliticismo de vía estrecha, sino de situarnos cada uno en su sitio; algunos militamos en los PP obreros; debemos juzgarlos por lo que hagan, pero no negar su papel.

Debemos ver claro también que, dirigidos por ciertos grupos elitistas, reducidos sectores corporativo-oligárquico-profesionales, apoyados por los sectores más reaccionarios, tratan de poner en pie en nuestro país un nuevo amarillismo, basándose en nuestras insuficiencias con respecto a ciertos técnicos superiores y medios, y separan a los trabajadores y dividen el conjunto de nuestra clase.

Cuando todo se mueve en nuestro país y en el mundo en la vía de la paz y el progreso, pero también de la crisis, el paro y el hambre, más que nunca es necesaria la unidad de acción de los sindicatos de clase.

Después del cese de las hostilidades entre nosotros, después del fracaso de los intentos de hegemonismo de unos sobre otros, y con el desarrollo de la independencia sobre empresarios, Gobiernos y partidos; después de cierto renacimiento por otro lado de un elitismo-corporativo-oligárquico profesional, teñido de amarillismo reaccionario, ha llegado la hora de examinar la nueva situación y sacar las conclusiones adecuadas.

Ha llegado la hora de considerar que los grandes sindicatos de clase y democráticos, debemos pensar que la unidad de acción más permanente en torno a los tres o cuatro grandes objetivos comunes es vital en esta nueva etapa.

Marcelino Camacho preside la Confederación Sindical de CC OO.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_