El Madrid vivió un partido deprimente
El Real Madrid-Mónaco se desarrolló en una atmósfera prehistórica: un juego aburrido, carente de imaginación, malo, pero presidido por una sensación de enorme diferencia entre un equipo y otro, y un pabellón casi vacío (1.500 espectadores). Ese era el ambiente que vivía el vetusto pabellón hace seis años, cuando el baloncesto era otra cosa en España, cuando era prehistoria. Así que el partido, antes que cualquier otra cosa, fue una reedición deprimente, tuvo un tufillo demodé que demuestra palpablemente que en el baloncesto europeo es preciso establecer una inflexible división: el Madrid debe ir por un camino y el Mónaco por otro bien distinto; de lo contrario, la marcha atrás siempre estará a la vuelta de la esquina.Para estropear el asunto, el principal protagonista jugó mal y, más que mal, aburrió. El Madrid gana, -es cierto, fue su victoria número 35- pero no divierte. A este paso, la gente empieza a echar de menos las frivolidades de Larry Spriggs y las penurias de hace un año. La gente, entonces, salía de la cancha con algo de qué hablar; ahora, sale antes de acabar.
En esas, el Mónaco, brilló más por el esfuerzo de su técnico, empeñado en que su equipo realizara defensas de presión posicionales, que por las cualidades de sus jugadores, escasas. Con algunos altibajos, el Madrid mantuvo siempre su ventaja, pero lo hizo sin un atisbo de brillantez. Luego, salió Iturriaga, se estrenó y dio un par de asistencias que alegraron al personal. Pero no hubo otra cosa, salvo eso sí, una nueva salida en tromba del furioso Cargol.
En otros partidos de la Copa Korac se produjeron los siguientes resultados: Estrella Roja, 115; Estudiantes, 98. CAI Zaragoza, 95; Arexons Cantú, 85. Snaidero, 93; Cibona, 105. Dietor, 90; Elitzur, 81.
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