Castellano
Será ya por siempre el maldito del socialismo madrileño, el Allan Poe de la política, el que dice sus verdades (o las que él cree tales) por la calle, en los bares con carteles, todavía, del penúltimo Manolete y del último Cordobés. Será ya por siempre el poeta en prosa de esa lírica que es la política, o de esa épica, para quienes así la leemos. Será el esquinero atroz de la gallofa que insiste en un socialismo socialista, el cartel pegado encima de las pintadas, el cartel pegado encima de los carteles, el alma envinada de lucidez y lúcida de albas vistas venir. Pablo Castellano.Presidente González se lo ha dicho a Cebrián:
-La democracia es aburrida.
Bueno, pues la democracia va a ser menos aburrida gracias a Pablo Castellano, gracias a los bohemios de Marx, a los golfos de Pablo Iglesias, a los vagabundos del Poder, rala taifa que lleva su bandera (revés de toda bandera) detrás o delante de Castellano. Pero tampoco hay que crearle a este inteligente político una hagiografía inversa de socialista del corner, sino recordar siempre que se trata de un científico de la Historia otra, con un ala de pelo (cuervo allanpoiano), unos ojos irónicos y honestos y un bigote que se ha mojado en todos los guisos y caldos de la culinaria política, un bigote reteñido de sopas e ideologías. Lo ideal, claro (qué palabra tan cursi), sería el socialismo socialista de Castellano sometido al rigor entre escurialense y francés de la Moncloa. Lo ideal sería, a la inversa, el socialismo manantial de Castellano (por algo se llama Saulo) escorializado, mitterranizado en la calle por Felipe González y su macroeconomía, que es como se llama hoy a la Utopía. Pero la síntesis nunca se produce de verdad, ni siquiera en Hegel. Uno le tiene preguntado a Guerra y a otros psoes, de buena voluntad, dónde está su aparato crítico. Y resulta que su aparato crítico está en un bar/chaflán de Ponzano tomándose unas tapas: Castellano. González, a quien sin duda"le cabe el Estado en la cabeza", debiera pensar, en vista de las últimas involuciones y de que "la democracia es aburrida", que hasta la democracia y el socialismo necesitan su poeta maldito (Maiakowski). Pero Castellano seguirá de Allan Poe crítico, haciendo socialismo por los bares, poeta en prosa, iluminado por la descarga de lo venidero.
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