Rumania fue incapaz de marcar en Austria
ENVIADO ESPECIAL Klaus Lindenberger, un muchachote de 1,88 metros y 78 kilos de peso, se asemejó a una ágil paloma cuando, a los 92 minutos de juego, voló hacia su escuadra derecha, con sencillez y eficacia, para detener un preciso remate de Boloni. Si Lindenberger no hubiese parado ese sencillo remate -cosa fácil por otro lado-, Rumania habría conseguido, con la misma técnica que el Steaua utilizó frente al Barcelona, el pase a la fase final de la Eurocopa de Naciones. Hubiera sido tan injusto como en aquella ocasión, aunque probablemente no hubiese provocado en la selección austriaca tanto lío como en el Barcelona. Lo cierto es que los rumanos lamentarán durante los próximos 10 años no haber conseguido una cosa tan sencilla como era marcarle un gol a 11 chicos inocentes, que tardarán muchos años en convertir a este país en una potencia futbolística.
Esquían como pocos, pilotan como nadie, pero juegan al fútbol de una forma vulgar, como millones de aficionados. Los austriacos, que, sin duda, recibirán un buen regalo por parte de la federación española, defendieron con coraje el empate en el último cuarto de hora, cuando Rumanía, acosada por el reloj y viéndose fuera en la Eurocopa, intentaba, con más empuje que otra cosa, lograr el tanto de la victoria.
El empate a cero fue el justo castigo para unos y otros y el mejor premio que podía obtener la selección española, que, de haberse encontrado, el pasado 1 de abril, una selección austriaca tan débil como la de anoche, hubiese podido conseguir una auténtica goleada en el Prater y no aquel 2-3 mínimo -¡qué golazo el de Carrasco!que, a la postre, ha servido para viajar a la RFA.
Branko Elsner alineó a tres delanteros -Rodax, Polster y Schachrier-, pero no le sirvió de nada. Ni preparó la forma de que les llegasen balones en condiciones ni les ordenó que presionaran a sus marcadores cuanto éstos recuperaban el balón. Pese a que el bueno de Baumeister se pasó el partido corriendo y tocando el balón, lo cierto es que fue continuamente desbordado por Boloni, Klein y Mateut.
Las oportunidades de golfueron escasísimas. Por partede los rumanos, que anoche utilizaron hasta nueve jugadoresdel Steaua, al remate de Boloniúnicamente puede añadirse unsaque directo * de córner del mismo jugador, que fue repelidopor el larguero del portal austriaco. Sólo Rodax, a falta decuatro minutos para el final,pudo conseguir un gol para losaustríacos, aunque Lung detuvo sin necesidad de tanta filigrana como Lindenberger dosremates consecutivos de Polster y Artner.
Y, tras explicar esas incidencias, ya se ha contado todo el partido. Mientras en Sevilla iban cayendo los goles, en un gélido Prater vienés, más digno de una final europea que de este lamentable espectáculo, unos y otros demostraron no ser dignos de ocupar una de las plazas finales de la Eurocopa 88. LosaustriacOS porque no saben más y los rumanos por especuladores, conformistas y sosos.
Austria empezó y acabó el partido jugando a no perder. Rumania creyó que iba a tener la suerte de Sevílla y confió en los últimos 30 minutos para ganar una clasificación que suele ser cosa de meses. Erneric Jenei, técnico rumano y ex entrenador del Steaua, que ya sabe lo que es tener suerte, se pasó el segundo tiempo fuera del banquillo animando a sus jugadores, pero asistiendo impotente al continuo e inútil manoseo de sus hombres.
Mientras los escasísimos espectadores austriacos que asistieron al encuentro coreaban el nombre (le España y sus compatriotas del césped soñaban con la prima española, Boloni y compañía no cesaban de centrar balones sobre el portal del larguirucho Lindenberger, que se limitó a realizar una buena nalómita
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