La huelga terminó con el triunfo de los dueños de los clubes
La huelga de la Liga nacional de fútbol americano (NFL) se desplomó como una torre ardiendo. Los dueños de clubes resultaron ser más decisivos y organizados, obligando a los jugadores a regresar sin un convenio colectivo después de sólo tres semanas. Es posible que esta victoria marque el comienzo de un nuevo ambiente laboral en el deporte profesional norteamericano, pero a la Unión le queda una carta por jugar. Ha presentado una demanda de antitrust en la Corte Federal de Minneapolis (Minessota), reclamando que se invaliden todos los contratos, así como el sorteo anual de jugadores universitarios, y que se permita la transferencia libre de jugadores sin contrato.La Corte dictaminó en favor de la Unión en un caso parecido en 1976, pero los jugadores acordaron aceptar muchas de las restricciones que rigen hoy día a cambio de aumentos en los salarios mínimos y en los beneficios. Si la Corte falla a favor de los dueños por causa de este antecedente, entonces la derrota será total.
La huelga duró en sí 24 días, hasta el 15 de octubre, pero los dueños acordaron jugar con esquiroles en la última semana, porque a su juicio la mayoría de los titulares no iban a regresar a tiempo. Un gran número de plantillas intentaron retomar el mismo día 15 sólo para ser informados de que no iban a ser pagados.
"Quiero dar las gracias a mi hermano John por todas las veces que me golpeó", dijo Jim Burt, defensa de los campeones, New York Giants. "Él me preparó para lo que ha sucedido. Hemos recibido una torta".
El comienzo
Todo comenzó porque no se podía llegar a un acuerdo sobre un nuevo convenio colectivo. Los jugadores, que buscan mejorar sus salarios, querían libertad incondicional para cambiar de equipo al final de sus contratos y aumentos en los beneficios.Los dueños, quienes gozan de un ingreso en bruto colectivo de más de 900 millones de dólares al año (unos 104.000 millones de pesetas), querían mantener el mayor control posible sobre el deporte. En ningún momento ofrecieron alternativas.
"20 años atrás una huelga resultaba ser una pugna económica entre los empleados y la gerencia", dice Harley Shaiken, un experto laboral. "Hoy día se ha transformado en una oportunidad para debilitar o destrozar la Unión". Los 1.500 jugadores que comenzaron la huelga sufrieron por la falta de solidaridad y de apoyo económico.
Había jugadores perdiendo hasta 62.000 dólares semanales (siete millones y medio de pesetas) y cuando más de 100 cruzaron las líneas de piquetes el 14 de octubre, entre ellos Lawrence Taylor, un defensa de los Giants que fue el más valioso de la temporada pasada, se quebró todo. Al día siguiente Gene Upshaw, el director de la Unión, les pidió a los dueños que aceptaran el retorno de sus plantillas y al ser rechazado presentó la denuncia de antitrust.
Se cree que los dueños gozaron de ganancias económicas porque sólo tuvieron que suspender una jornada y se ahorraban más de 18 millones de dólares (2.160 millones de pesetas) en salarios por cada semana que se continuaba en el paro laboral.
La intervención de esquiroles y la decisión de las cadenas de televisión de transmitir los partidos fue la diferencia entre esta huelga y la de 1982, que duró 87 días y causó unas pérdidas de millones de dólares.
Las cadenas reclamaban que estaban obligadas por el contrato a transmitir los partidos, pero se sospecha que sus decisiones fueron más económicas que legales. Con los reintegros que ha prometido la Liga para compensar la pérdida por el descenso del número de telespectadores, resultaba más beneficioso seguir con los partidos que planificar nuevos programas.
El futuro
Ahora, cara al futuro, se han suspendido totalmente las negociaciones para un nuevo convenio colectivo. Los jugadores parecen desanimados y están inseguros sobre el futuro, aunque la Liga ha prometido regirse según el previo convenio colectivo, menos por un detalle. Los dueños dejarán que la Unión cobre por sí mismo las obligaciones anuales que sobrepasan los 2.000 dólares. Y no se sabe cuántos jugadores lo harán.
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