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Se extienden los disturbios en las cárceles belgas por las condiciones que tendrán los hinchas británicos

Las protestas de reclusos belgas se han extendido por diversas cárceles a consecuencia de la exposición pública de lo que ellos consideran como confortables condiciones en que vivirán los 26 hinchas del Liverpool que van a ser extraditados a Bélgica. Si ya el domingo los presos de la cárcel de Forest produjeron incidentes que provocaron casi tres decenas de heridos, ayer la protesta de reclusos se extendió a otra institución penitenciaria, la de Saint Cilles, donde 500 reclusos procedieron a incendiar todo lo que encontraron a su paso. Estos reclusos se quejaban de estar hacinados en viejas penitenciarías, ciando la televisión belga había mostrado buenas condiciones para los hinchas británicos, que llegan hoy al país.

Heridos

A consecuencia de la revuelta surgida en Saint Gilles, 50 personas necesitaron tratamiento en un hospital, y otras 100 sufrieron lesiones de menor envergadura. El ministro de Justicia belga, Jean Gol, culpó a la Prensa de haber provocado el conflicto, al considerar que había exagerado las condiciones en que iban a vivir los hinchas británicos. "Es puro sensacionalismo hablar de un Hilton o de una prisión de tres estrellas. Muchos belgas se están beneficiando de las mismas condiciones, e incluso algunos están mejor que los detenidos en la prisión de Louvain", manifestó el ministro, quien añadió irónicamente: "Aquel que quiera vivir en un Hilton como ése, especialmente aquéllos que hayan utilizado ese lenguaje, privado de su libertad, será, por supuesto, bienvenido". Gol había montado una campaña de prensa para demostrar que los hinchas tendrían buenas condiciones, pero el resultado ha sido inesperado."Si yo hubiera denegado cualquier visita a Louvain, la gente podrían decir que oculto algo y que no quiero que se sepa dónde van a ser conducidos los hinchas británicos", razonó el ministro. Finalmente, añadió que antes de las protestas, 421 de los 530 reclusos de Saint Gilles disfrutaban de celdas individuales y sólo 50 voluntarios vivían de tres en tres. Con los disturbios, muchos presos tuvieron que ser conducidos a otras penitenciarías, entre ellos un cabecilla sospechoso de terrorismo, Pierre Carrete.

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