Kratochvilova cerró una era en Roma
SANTIAGO SEGUROLA Los años también han podido con Jarmila Kratochvilova, pero la atleta checa cayó con honor en la final de 800 metros. En los pasados Mundiales de Helsinki ganó las pruebas de 400 y 800 metros, un doble sin precedentes en competiciones de este rango. Jarmila bordeaba entonces los 33 años y estaba en la cúspide de una carrera que había comenzado a alcanzar notoriedad cuando contaba 29 años, una edad casi prohibitiva para cualquier progreso espectacular. En Roma cerró una era del atletismo.
Su aureola comenzó a difuminarse tras el Mundial de Helsinki. Un año después, el bloque de los países del Este, con excepción de Rumanía, decidía no participar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Para Kratoclivilova, que no poseía ninguna medalla de oro olímpica en su historial, el golpe fue definitivo, a pesar de que la poderosa checoslovaca parecía asociada con la doctora Asland. Desde entonces, sus apariciones han sido discretas, casi tanto como sus marcas, muy alejadas de aquellos registros portentosos que había marcado en la capital finlandesa. Kratochvilova había logrado bajar de la barrera de 48 segundos en 400 metros y había establecido el récord del mundo de 800.
Jarmila ha aguantado en las pistas un aflo más que Marita Koch, su célebre rival en la prueba de 400 metros. Ambas libraron duelos inolvidables: la elegante alemana contra la poderosa checoslovaca. Incluso en sus últimas carreras, Koch fue una triunfadora. Kratochvilova prefirió guarecerse en la nómina de atletas casi anónimas que frecuentan los estadios europeos. Quizá deseaba competir sin- la tensión que se exige a las estrellas y, más aún, sentirse libre de las rniradas que la habían acosado durante sus mejores aflos.
Musculatura espectacular
Su físico provocó discusiones sin fin. Su musculatura era espectacular. Plana de pecho, con unos bíceps y unas piernas de acero, Kratochvilova aceptó resignada las opiniones de aquéllos que ponían en duda su feminidad. Todos los controles verificaban, sin lugar a dudas, que era una mujer. Con la paciencia agotada, pero con una sensibiidad exquisita, un día afirmó: "La mayor diferencia estética entre Mary Decker [la fondista estadounidense que recibió el sobrenombre de La novia de América] y yo radica en que Decker es más hábil con el maquillaje y le dedica más tiempo a esta tarea".
Kratochvilova ha encontrado en los últimos años más tiempo para colocarse frente al espejo. Seguramente ya no se entrena con pesados sacos de arena sobre su espalda. En Roma ha aparecido más esbelta, con su musculatura rabajada y con una impensable concesión a la coquetería. Lucía pendientes dorados y su rostro denotaba una ligera sombra de ojos. También conservaba su orgullo de campeona. Corrió magníficamente la final de 800 metros. Quinta en la meta, aún tuvo tiempo de vencer a otra de sus viejas rivales, Nadezha Olizarenko, la campeona olímpica en Moscú.
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