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Reactivar el desarrollo y el crecimiento económico

El palacio de las Naciones, de Ginebra, albergará, del 9 al 31 de julio, la VII sesión de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, más conocida por sus siglas inglesas, UNCTAD.Casi 2.000 representantes de cerca de 170 países y de numerosas organizaciones económicas internacionales se darán cita, así, en el viejo y mastodóntico complejo arquitectónico que fue ya sede de la Sociedad de Naciones hasta su disolución, al final de la II Guerra Mundial, y que -con añadidos modernos- es actualmente sede permanente de la secretaría de la UNCTAD y de una serie de dependencias europeas de la Organización de las Naciones Unidas.

Con ello, la UNCTAD vuelve al escenario donde nació, en 1964, y del que después se la ha separado en un periplo universal que la ha llevado, en sus diferentes sesiones, hasta la séptima actual, a Nueva DelhÍ (1968), Santiago de Chile (1972), Nairobi (1976), Manila (1979) y Belgrado (1983).

Cuando digo separado me estoy refiriendo, por descontado a lo que son estrictamente las conferencias plenarias, pues la secretaria permanente está en Ginebra desde que la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió, a la vista de los resultados de la primera conferencia, que se había celebrado entre marzo y junio de 1964, que la UNCTAD, se convirtiera en órgano de carácter permanente con una secretaría general dotada de los medios adecuados y una Junta de Comercio y Desarrollo que hasta hoy ha celebrado ya 33 sesiones ordinarias y 15 extraordinarias para implementar las orientaciones de las conferencias y para ir dando cauce y contraste a la labor que vienen realizando las comisiones principales y los grupos de trabajo que a lo largo de estos casi 25 años se han ido estableciendo.

Momentos de renovación

Con este currículo, que ha venido siempre enmarcado en la discusión sobre la eficacia real de un organismo que nació en una época en que la economía mundial crecía rápidamente y en que la predisposición a ayudar de los países ricos no se había visto fuertemente interferida por las miserias de la crisis económica internacional de los años setenta, la UNCTAD parece vivir en la actualidad un momento especialmente intenso y de renovación después de los cambios en su propia estructura tras la sustitución de G. Corea por Kenneth K. S. Dadzie al frente de su secretaría general en febrero de 1986.

Después del fracaso que ha supuesto la imposibilidad de conseguir la ratificación del Fondo Común de Materias Primas -cuya organización se planeó a través de la resolución 93 (IV) de la UNCTAD de Nairobi-, la UNCTAD, dicen algunos, afronta la cita de Ginebra como una oportunidad única para conseguir de nuevo una cierta credibilidad en el concierto actual de los organismos internacionales.

Para ello, ciertamente, la UNCTAD no parte de cero, pues en todos estos años se ha consagrado como la mayor conferencia Norte-Sur existente y como aquel foro en el que los cuatro grupos de países en que se alinean sus miembros (grupo A: países afroasiáticos; grupo B: países desarrollados de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE); grupo C: países latinoamericanos, y grupo D: países socialistas) se han acostumbrado a entablar un diálogo que en ocasiones ha quedado en un bla bla bla inoperante, pero que en otras ocasiones ha cuajado en medidas en favor de los países en desarrollo hoy perfectamente arraigadas en el contexto de la cooperación internacional: Sistema Generalizado de Preferencias Arancelarias, consecuente a la resolución 21 (II) adoptada en Nueva Delhi; Código de Conducta sobre Conferencias Marítimas, en vigor desde octubre de 1983, e incluso mecanismos financieros que, tras su propuesta inicial en la UNCTAD, han sido puestos en vigor por el Fondo Monetario Internacional para ayudar a países con problemas graves de balanza de pagos.

Para conseguir mayor operatividad en esta séptima sesión, el orden del día de la conferencia se concentra en tomo a solamente cuatro áreas principales, con las que se va a incidir en aras a "reactivar el desarrollo, el crecimiento y el comercio internacional en un entorno más predecible y favorable mediante la cooperación multilateral". Tales áreas se refieren a recursos para el desarrollo -incluidos los financieros y cuestiones monetarias conexas-, productos básicos, comercio internacional y problemas de los países menos adelantados.

En los primeros meses de este año, la UNCTAD ha convocado seminarios especializados para debatir las propuestas que considerar en el diálogo internacional entre ricos y pobres en cada una de estas áreas. El referido a productos básicos tuvo lugar en París; el de recursos para el desarrollo se celebró en Caracas; el de países menos avanzados, en Katmandú, y el de comercio intemacional, en Varsovia.

Tomas de posiciones

Después tuvo lugar uno de conjunto, en Bonn, y, por descontado, y siguiendo la tradición de las anteriores UNCTAD, los países desarrollados aprovecharon la OCDE como plataforma para definir sus posiciones, el grupo socialista se reunió en Moscú y los países en desarrollo establecieron sus plataformas reivindicativas en sendas reuniones celebradas en Addis Abeba (países africanos), Daka (países asiáticos) y San José (países latinoamericanos).

La plataforma reivindicativa conjunta de los países en desarrollo ha quedado recogida en la Declaración de La Habana, elaborada en la reunión ministerial del Grupo de los 77 celebrada en la capital de Cuba a finales de abril, que se nos muestra menos formal que las plataformas rei vindicativas aprobadas con ante rioridad a las pasadas convocatorias (Carta de Argel, de 1968; Lima, 1972; Manila, 1976; Arusha, 1979, y Buenos Aires, 1983). La experiencia de lamentables confrontaciones en otras edicio nes en torno a textos previos de resoluciones pactadas no deberá, con ello, interferir el fondo de los temas en Ginebra.

La UNCTAD afronta, pues, su séptima conferencia plenaria con una nueva orientación, un contexto internacional diferente al que enmarcó las conferencias anteriores y una preparación intensa.

El contexto internacional se nos muestra actualmente plagado de contradicciones, desde el mejor ambiente que parece respirarse en las cuestiones Norte-Sur en el GATT, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial hasta los antagonismos que se han producido en la Unesco o en la FAO o la propia posición de Estados Unidos al votar en contra del orden del día de la séptima conferencia, cuando se aprobó en la Junta de Comercio y Desarrollo de la UNCTAD en octubre de 1986.

El momento económico no es tampoco fácil. Los problemas de la deuda externa de ciertos países y los antagonismos que ello ha generado, los bajos precios de la mayoría de los productos básicos que reducen los ingresos por exportaciones de los países exportadores -con la corrección que la Comunidad Europea establece en su convención de Lomé en favor de sus países asociados pobres a través de los mecanismos STABEX y SYSMIN-, los rápidos cambios tecnológicos que caracterizan el momento actual de la economía mundial y que agravan la brecha tecnológica entre ricos y pobres y obligan a cuantiosas inversiones dificilmente financiables, las cuestiones que plantea el neoproteccionismo y el neomercantilismo de ciertos países y las nuevas cuestiones del comercio de servicios son un telón de fondo renovado para los debates de la actual UNCTAD.

El punto de partida de la conferencia no parece, sin embargo, adverso. Todo el mundo parece dispuesto a jugar en la búsqueda de soluciones intersectoriales y país por país, evitando enfrentamientos globales como se produjeron en otras conferencias. Todo el mundo ha aceptado -incluso los países socialistas y China (que, por cierto, ha tenido esta vez un papel muy activo en los trabajos preparatorios de la UNCTAD)- que hay que prestar una atención especial al papel del sector privado respecto a las cuestiones del desarrollo internacional. Todo el mundo ha aceptado también que los problemas del desarrollo no son sólo, consecuencia del entorno internacional, sino, conjuntamente, de la, propia gestión interna de la política y de los recursos domésticos que llevan a cabo los países que solicitan ayuda externa.

Pese a estas coincidencias, no hay que ser demasiado optimista sobre los resultados que puedan obtenerse en la VII UNCTAD. Las falsas esperanzas son siempre malas compañeras de viaje.

El papel de España.

Quiero, para acabar, hacer una breve mención a la cuestión de la posición española ante la VII UNCTAD, pártiendo de la constátación de que España forma parte, desde el origen de la UNCTAD, del grupo B en su calidad de país miembro de la OCDE desarrollado. En esta ocasión llegamos por primera vez a la UNCTAD como miembros de la Comunidad Europea, que, junto a Estados Unidos y Japón, son el blanco principal de las peticiones de los países en desarrollo. Nuestra nueva responsabilidad comunitaria y nuestra sólida posición de balanza de pagos dan a nuestra participación en la UNCTAD un marco de responsabilidad al que pudimos permanecer ajenos en etapas anteriores.

Francesc Granell es catedrático de Organización Económica Internacional en la universidad de Barcelona, y fue un tiempo funcionario del Centro de Comercio Internacional UNCTAD-GATIP.

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